España terminó de afinarse para la Eurocopa contra un rival de peso como la pentacampeona Brasil, que aguantó siempre pendiendo de un hilo el dominio local y terminó empatando con un penalti, el tercero de la noche, en el último instante del añadido. Ahí se le escapó a España un partido de mucho más voltaje del previsto por su carácter de gesto contra el racismo y en el que deslumbraron Lamine Yamal y Nico Williams. Marcó el paso, se repuso a la primera ventaja de dos goles que perdió y mostró que desde Qatar ha ganado cuerpo y tiene herramientas para competir. Aunque no de cualquier manera.

Cuando perdió el viernes en Londres contra Colombia, quedó claro que al seleccionador no le funcionan las grandes transformaciones, como le pasó en Glasgow, la otra derrota de su mandato. A la inversa, también es cierto que el bloque que le funciona le fluye muy bien. Contra Brasil, última parada antes de la lista para la Eurocopa, alineó un once que, a la espera de Pedri, y quizá con la única incógnita del lateral izquierdo, que ocupó Cucurella, podría ser el del estreno en el torneo de Alemania, el 15 de junio contra Croacia en el Olímpico de Berlín.

El centro del campo lo tomaron Rodri, Fabián y Olmo, que mezclaban dominio del espacio y amenaza con la pelota. El jugador del Leipzig se movía en la misma sintonía que Nico y Yamal, inspiradísimos en las bandas. Olmo aparecía entre líneas siempre en el punto necesario para conectar lo que sucedía un poco más atrás con lo que estaba a punto de acontecer por delante. Por ahí empezaban a acelerar. Luego la magia sucedía unos metros más adelante. Yamal y Nico parecían los más brasileños de la fiesta. Las conducciones del barcelonista encandilaban al Bernabéu, al que se le escaparon unos “oh” que es difícil que se repitan en este escenario. En una de esas danzas provocó un penalti, que Morata cedió a Rodri como le había cedido el brazalete de capitán. El futbolista del City ha lamentado estos días la muerte de su abuelo, y cuando marcó lo señaló en el cielo.

Brasil apenas asomaba en alguna conducción de Rodrygo, sin apenas señales de Paquetá por el centro, mientras Yamal y Nico regalaban un recital. En una de las fugas del extremo del Athletic, el árbitro creyó ver penalti, aunque luego colocó la pelota para la falta fuera del área. Él y Yamal eran un tormento indescifrable. El azulgrana filtró un pase a Olmo, que se sumó a la fiesta con un caño a Beraldo, un regate hacia fuera y el 2-0. España fluía en todos sus registros y en Brasil no aparecía ni Vinicius, el centro del partido contra el racismo, un amistoso que dejó de serlo muy pronto. Pese a la cartelería de buen espíritu, se cruzaban dos selecciones de fuste, que no estaban dispuestas a ceder un centímetro ni en un córner: empujones, choques, reclamaciones al árbitro y una breve sucesión de amarillas subrayaron los picos de voltaje.

España mantenía el control de la escena, pero Unai Simón equivocó un pase en la salida, Rodrygo recogió el regalo y lo depositó en la red con una suave parábola. Brasil, avasallada por el mando del equipo de De la Fuente, seguía en el partido cuando el árbitro los envió al vestuario.

De allí salió una Canarinha agitada con cuatro cambios. Entraron Couto, Pereira, André y Endrick, que se estrenaba en el Bernabéu unos meses antes de lo que su edad le permite hacerlo con el Real Madrid, el club que lo contrató hace tiempo. El sábado jugó por primera vez en Europa y marcó en Wembley a Inglaterra, y anoche apenas necesitó cinco minutos sobre la hierba de su futura casa para encontrar el camino al gol. El chico es un delantero voraz que si no está predestinado, con su empeño consigue que lo parezca. En cuatro días conquistó dos catedrales históricas del fútbol. También desató con una triple falta a Cucurella un enganchón de Vini con Oyarzabal en el presunto día de la paz.

España perdió entonces pie y Brasil encontró las puertas abiertas para correr. En ese descontrol, que sucedió también el viernes contra Colombia, la selección de De la Fuente se vio vulnerable. Aunque volvió a asomar Yamal, con otro pase a Carvajal, al que derribó Beraldo en el área. Ese penalti lo igualó Brasil con otro cometido por el propio lateral. Y ahí murió el duelo, igualado.

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