A la Unión Ciclista Internacional le gusta crear polémicas donde no las hay, y en el asunto de las indumentarias se erige en árbitro de la elegancia, claro que es un asunto que viene de mucho más atrás, incluso de cuando la UCI no se entrometía y eran los organizadores quienes lo hacían. Por eso los hermanos Pelissier se retiraron del Tour de 1924 cuando Desgrange, el patrón de la carrera, multó a Henri por quitarse un maillot que usaba para combatir el frío de las primeras horas de la mañana. De aquel enfado sacó el periodista Albert Londres los datos para su famoso artículo, “Los forzados de la carretera”.

Siempre en disputas por el atuendo, Pedro Delgado se resignó a pagar las multas de la UCI por usar zapatillas blancas en plena canícula, cuando el organismo regulador del ciclismo permitía solo llevarlas negras, que achicharraban los pies de los ciclistas. En 2019, los comisarios se paseaban por las salidas con un aparato similar al que los fanáticos de la eugenesia utilizaban para medir cráneos y determinar la superioridad de la raza aria muchas décadas atrás, aunque con un propósito más inocente, el de calibrar la altura del calcetín, que, según las reglas, no debe ser superior a la mitad de la distancia que hay entre el centro del maleolo del ciclista y el centro de la cabeza del peroné.

Ahora, a los rectores del organismo ciclista les preocupan, entre otras cosas, las combinaciones de colores de los corredores. Salió Tadej Pogacar el lunes con su jersey rosa de líder y un culotte granate, en homenaje al gran Torino que desapareció en Superga, y en la sede suiza de la UCI se dispararon todas las alarmas. Se cruzaron llamadas, se montaron conciliábulos, se repasaron reglamentos y le vinieron a decir al esloveno que así no, que esos colores eran inadmisibles. Y él solo se había puesto lo que la organización le dio. Apuntan desde dentro que, incluso, hubo amenazas de expulsión si volvía a cometer tal atrocidad. Señores que necesitan ruedines para montar en bicicleta, cuestionando a un genio de las dos ruedas.

Y ni siquiera era cosa suya, así que el martes, en la cuarta etapa optó por el pantalón de su equipo y santas pascuas, para evitar problemas, porque solo está para correr, y si puede, ganar. En Génova, la salida de la etapa del miércoles, el líder se vistió de rosa al completo, pero se avecina conflicto para el viernes, porque el reglamento le tiene atrapado. ¿Tendrá que correr con el mono que le entrega la organización, de la marca Castelli, o con el de su equipo hecho a medida, de Pissei? Todos esperan que la UCI se aclare, o lo aclare.

Y mientras, la carrera sigue avanzando. Llegaba la quinta etapa del Giro a Lucca, la bellísima ciudad de la Toscana, donde nacieron Puccini o Boccherini, pero también Mario Cipollini, el autor de las mejores sinfonías al esprint en la historia del Giro, 42 victorias lo contemplan, así que la jornada estaba preparada para un homenaje al bello Mario, sin apenas accidentes geográficos que pudieran enredar la etapa.

En principio, todo estaba atado y bien atado para que se produjera una llegada en grupo del pelotón, Las escaramuzas se controlaban por los equipos de los más rápidos, ávidos de adrenalina y velocidad. Jonathan Milan, el ganador en Andora, con su jersey ciclamen, era el más interesado, y su equipo, el Lidl Trek, controlaba la situación. No contaban con la aparición en escena de cuatro valientes. Michael Valgren, Enzo Paleni y Andrea Pietrobon, a falta de 80 kilómetros, y en un repechito sin importancia, aceleraron para seguir la estela de Benjamin Thomas, un francés del Cofidis, canino de victorias este año, y al que le podía la necesidad para lanzarse a una aventura de recorrido incierto.

La diferencia con el grupo principal nunca fue considerable, se mantuvo alrededor del minuto, pero en el equipo Lidl no contaron con dos factores determinantes. El primero, que nadie se puso a colaborar en serio con ellos; segundo, que los kilómetros finales eran en ligero descenso y además con el viento a favor. Así que el trabajo a destajo de los escapados tuvo premio. Cipollini solo pudo presenciar un esprint a cuatro, con el francés Thomas llevándose el premio gordo de la victoria de etapa. El pelotón solo vio a los valientes en la larguísima recta de meta, cuando ya eran inalcanzables. Se disputaron los despojos.

Tadej Pogacar, vestido todo de rosa, sigue de líder.

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