El jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez, ha criticado este miércoles desde Alicante, donde se ha celebrado el acto por el día de homenaje a las víctimas del exilio, a los bipartitos de PP y Vox que han derogado las leyes regionales de memoria, entre ellos, el de la Comunidad Valenciana, para sustituirlas por normas o planes llamados “de concordia”. “Las leyes antimemoria son un ataque al derecho internacional, un atentado contra nuestra democracia y frente a la dignidad de las víctimas. La historia jamás debe utilizarse como táctica política. Pensábamos que en el año 2024, la derecha española habría superado algunos debates, como llamar dictadura a un Régimen como el del dictador Franco”, declaró, en alusión a la ausencia de una condena expresa de la dictadura en esos textos normativos que PP y Vox pretenden instaurar allá donde gobiernan y sobre los que han alertado tres relatores de Naciones Unidas en un contundente informe que afirma que esos planes vulneran las obligaciones adquiridas por España en materia de Derechos Humanos. “Defender nuestra memoria”, añadió el presidente del Gobierno, “es una obligación derivada de nuestros compromisos internacionales. Equiparar a víctimas con verdugos es lo contrario a la concordia. Por eso vamos a recurrir a todos los medios del Estado de derecho para proteger la memoria democrática y la dignidad de las víctimas del franquismo”.

El público, unas 500 personas reunidas en la Casa Mediterráneo de Alicante, aplaudió en pie a Sánchez. Previamente, el ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, declaró: “Esta España democrática en la que viven los hijos, nietos y bisnietos de aquellos españoles [que tuvieron que huir y exiliarse] se parece poco a la que dejaron, pero también hoy sigue hostigada por la intransigencia, la mentira y el bulo por parte de los herederos de aquellos que obligaron a esas familias al exilio. Muchos partidarios de esa España que Machado retrató como vieja y tahúr, zaragatera y triste pretenden poner en jaque nuestras libertades, avances y conquistas democráticas. Pero España tiene memoria y tiene ley. Una ley que se seguirá aplicando en todo el territorio a pesar de que existan normas que pretendan borrar la memoria con el eufemismo de la concordia”. El Gobierno invitó tanto al presidente de la Comunidad Valenciana, Carlos Mazón, como al alcalde de Alicante, Luis Barcala. Ambos del PP. Ambos ausentes en el acto.

Sánchez y Torres entregaron a 22 descendientes de exiliados del franquismo en el Norte de África un diploma de reconocimiento. Entre ellos, la nieta de Max Aub, el escritor de origen parisino que se encargó de la compra del Gernika de Picasso y que también tuvo que exiliarse; y seis familiares de los pasajeros del Stanbrook, un barco cuya historia resume todo el horror de la Guerra Civil y todo el que vino después. En 1939, Alicante fue el último pedazo de la II República. Hasta allí se trasladaron miles de perdedores de la guerra con la esperanza de huir en barco de las garras del franquismo. El puerto de la ciudad se convirtió en una alfombra de hombres y mujeres desesperados. Solo les quedaba el Stanbrook, un viejo carbonero inglés que Iba a recoger naranjas, tabaco y azafrán y que finalmente partió hacia Orán (Argelia) con casi 3.000 republicanos a bordo después de que su capitán, Archibald Dickson, en un “gesto heroico, humanitario y solidario”, destacó Sánchez, decidiera desobedecer las órdenes recibidas y rescatar a quienes, a duras penas, cabían en un carguero preparado únicamente para 24 tripulantes y una carga de naranjas, tabaco y azafrán.

Helia González, una de las niñas que subió al Stanbrook, recordaba en 2009 a EL PAÍS: “La cola para embarcar era impresionante, había miles de personas. Pasaban las horas y temíamos no poder subir. Mi padre había estado en el frente, así que para nosotros huir era cuestión de vida o muerte. Recuerdo perfectamente cómo después de muchas horas de espera, el capitán Dickson me cogió por fin en brazos y me aupó al barco. Nada más salir cayeron bombas. Al oír la explosión, el hombre que viajaba a nuestro lado se asustó tanto que se tiró al mar. Su bota golpeó a mi madre al caer. Fue terrible”.

Carmen Arrojo llegó al puerto unas horas después de que zarpara el Stanbrook. “A las dos de la tarde llegó el barco de Franco. Delante de mí, un hombre se rebanó el cuello con una navaja. No olvidaré nunca aquel grito espantoso de una de sus hijas. Tuvieron que dejarlo allí. La niña se tiró por el hueco de la escalera en cuanto llegó a la cárcel”. Un parte del general Gambara habla de 66 suicidios aquel día en el puerto, aunque otro posterior, los reduce a 12. “Se apuntaban unos a otros, contaban hasta tres, y disparaban”, explicaba Enrique Cerdán Tato, un escritor que ha dedicado casi 40 años a estudiar aquel episodio. Un barco semivacío, el Marítima, había partido de Gandía pocas horas antes. Su capitán, obediente, solo había permitido subir a unas 40 autoridades políticas.

Eliane Ortega, hija y nieta de exiliados españoles en Argelia, lamentó durante el acto el trato que les dio “el país del [lema] liberté, egalité, fraternité [libertad, igualdad y fraternidad, Francia] y cómo muchos de aquellos que huían de Franco terminaron en campos de trabajo y concentración argelinos o marroquíes. “Pero desde ahí se empezó a construir la derrota del fascismo”, recordó, antes de dar las gracias al presidente del Gobierno por haber decidido “seguir”. También Sánchez se refirió a ellos. “Hoy sabemos que con todos ellos, España habría sido un país mejor. Aquel viejo carguero inglés llevaba a bordo a hombres que poco tiempo después lucharon en la liberación de París. Un grupo de demócratas que nunca se rindieron”.

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