Como en las series de televisión, los partidos políticos tienen en campaña electoral una suerte de “biblia” donde figuran las líneas maestras que guían todos sus mensajes, definen el papel de cada candidato y señalan los jardines en los que no hay que meterse. La biblia de la campaña catalana estaba perfectamente redactada con un Salvador Illa (PSC) que partía como favorito, un Carles Puigdemont (Junts) que reclamaba ―y casi siempre conseguía― el papel de protagonista inesperado y un Pere Aragonès (ERC) que se negaba a ejercer de actor secundario. Pero ni la biblia, ni el librillo de las mentes pensantes de cada partido esperaban que todo saltara por los aires el día antes de arrancar la campaña. La carta de Pedro Sánchez anunciando que medita dimitir por el “acoso” de la derecha y la ultraderecha a su esposa ha cambiado las tornas de la campaña catalana. Carles Puigdemont ha perdido el foco que había conseguido tener encima de su cabeza desde que en marzo anunciara que se presentaba como candidato de Junts per Catalunya. Su lugar lo ha ocupado Pedro Sánchez y todo el ruido en torno a su decisión que partidarios y detractores se han encargado de reproducir tanto en los mítines como en muchas barras de bar.

De repente, todas las miradas se han vuelto a situar en la caravana de los socialistas, que este jueves por la tarde abría la persiana de la campaña en Sabadell en un mitin multitudinario al que Sánchez tenía que asistir y que finalmente se convirtió en una oda al líder ausente para que no sucumba a las presiones para que abandone el cargo. No ha sido fácil la papeleta del PSC. La tentación de exprimir el sentimentalismo era alta. Al fin y al cabo, hace apenas nueve meses hasta 1,2 millones de catalanes, ni más ni menos que el 34% del censo, apoyó a Sánchez en comunidad que fue capital para que los socialistas retuvieran La Moncloa. En ningún sitio como en Cataluña la llamada a parar la extrema derecha fue tan efectiva. Y muchos podrían pensar que ahora se puede repetir la jugada. El PSC ha optado por otra vía. Los mensajes de apoyo a Sánchez fueron claros, sí, pero su candidato, Salvador Illa, optó por elevar el tiro. No se trata de salvar a Sánchez, sino a la democracia. Ya por la mañana el candidato socialista a la Generalitat hizo un llamado a la “resistencia” de la política concebida como servicio público y en contra, dijo, de la que se basa en “destruir al adversario, deshumanizar a las personas e instrumentaliza las instituciones”.

Sánchez tenía previsto asistir a hasta cinco actos de campaña del PSC. De momento se salta los dos primeros, el que tenía que celebrarse este jueves y el que se celebrará este domingo. Este jueves, antes de iniciar la campaña, el PSC reunió su ejecutiva para aprobar un manifiesto de apoyo al presidente.

Pero el líder del PSOE no solo ha puesto patas arriba la campaña del PSC, también la de los partidos independentistas. Las preguntas asaltaban los chats de estas formaciones desde última hora de la tarde del jueves. “¿Y la amnistía?”, “¿Sánchez va en serio?”, “¿Nuevas elecciones en España?”. Las formaciones cuyos dirigentes aspiran a beneficiarse de la amnistía, comenzando por Junts y Esquerra, han tenido una aproximación diferente al asunto que centra el inicio de la campaña catalana. Puigdemont ha intentado este jueves volver a situarse bajo el foco del que ha gozado despreocupadamente las últimas semanas sin necesidad de hacer nada más que dar entrevistas a medios afines y volver a prometer lo que no cumplió en el pasado: que esta vez sí volverá a Cataluña para la sesión de investidura del nuevo presidente de la Generalitat sea quien sea. Por este motivo, Puigdemont se ha apuntado desde primera hora a la idea de que Sánchez se someta a una cuestión de confianza para dilucidar si debe o no continuar al frente del gobierno. Eso sí, su partido se esforzó en no mostrar ningún temor, al menos en público, a que el calendario ―o incluso el fondo― de la amnistía pueda sufrir nuevas modificaciones. Puigdemont ha intentado volver a ganar protagonismo asegurando que su formación no será “un flotador del PSOE”. Ya por la noche, en la apertura del mitin de campaña desde Argelès-sur-Mer, en el sur de Francia, Puigdemont quiso convencer a sus bases de que Sánchez está siendo víctima de sus propias políticas. “Estamos al final de una larga represión, que viene de lejos y que tiene un padre y una madre, el PP y el PSOE”, ha asegurado. También hizo alarde de haber resistido a campañas como las que denuncia Sánchez: “Conocemos mejor que ellos de que va la justicia española y la policía patriótica y, como lo conocemos, salimos llorado de casa”

El mensaje de ERC fue más conciliador, aunque no exento de pullas en función del ala del partido que emitía las valoraciones. Para el candidato, Pere Aragonès, lo que debe hacer Sánchez es “plantar cara” a la extrema derecha y dejó a un lado la cuestión de confianza. Y es aquí donde ERC tira de épica para recordar sus “batallas” contra la extrema derecha, a la que sitúan al frente de muchos juzgados y centros de poder en España. La estrategia de ERC para bajar el volumen a Sánchez es recordar que muchos de los males que ahora denuncia el presidente los han sufrido antes dirigentes de otros partidos, comenzando por los independentistas. Y también poniendo en duda su voluntad real de resistencia. “Me cuesta creer que un presidente necesite cinco días para saber si quiere continuar sirviendo a su país”, dijo el presidente de Esquerra, Oriol Junqueras.

Los tres principales partidos arrancaron la campaña viéndose todos con posibilidades de aspirar a la presidencia de la Generalitat. La encuesta del CIS hecha pública este jueves señala que el PSC obtendría entre 39 y 40 escaños, a una distancia cómoda del segundo lugar, ocupado por la candidatura que encabeza Carles Puigdemont (Junts) que lograría entre 28 y 30 asientos en el Parlament. En tercer lugar, se situaría Esquerra Republicana, con una horquilla de 27-28 escaños. Teniendo en cuenta que la mayoría absoluta está en 68 diputados, las dos fuerzas independentistas llegan así a la carrera por la Generalitat lejos de poder revalidar su mayoría y teniendo que depender ya no solo de la CUP, sino del resultado de Aliança Catalana, la formación secesionista de extrema derecha islamófoba que capitanea la alcaldesa de Ripoll (Girona) y que aspira a entrar en el Parlament con hasta dos escaños. A una distancia considerable de estos tres partidos se sitúan el resto de formaciones que actualmente tienen representación, si bien Ciudadanos desaparecería del arco parlamentario: PP (el CIS le otorga 13-14 escaños), Vox (8-9), Comuns Sumar (7-8) y CUP (5-7).

La necesidad de pactos poselectorales obliga a los grandes partidos a mirar a los más pequeños. Los comunes, que estrenan coalición con Sumar, arrancaron la campaña en Reus (Tarragona) donde agitaron la bandera ecologista con su oposición al macrocasino Hard Rock de Salou, que consideran insostenible desde el punto de vista ambiental, social y económico. El Partido Popular, con Cuca Gamarra y el candidato en Cataluña, Alejandro Fernández, abrieron campaña en Castelldefels, municipio del sur de Barcelona donde han conseguido consolidar la alcaldía y que ven como punto de apoyo para la remontada que les auguran las encuestas. El gran reto del PP es absorber por completo a Ciudadanos y a buena parte de Vox.

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