Pedro Sánchez acudió por última vez a un evento del Instituto de la Empresa Familiar (IEF) en octubre de 2018. Seis años después vuelve para participar en la clausura de su Asamblea anual, con una presencia y un mensaje que desde Moncloa anticipaban como «significativo» y «potente». «Hoy quiero pediros vuestra implicación para sostener ese modelo. Para seguir elevando el poder adquisitivo de los trabajadores, para contribuir a frenar la crisis climática y también para defender nuestra democracia como el único sistema que es capaz de aunar justicia social, libertades civiles y crecimiento económico», ha planteado.

En este sentido, el presidente les ha «animado a mejorar las condiciones laborales y salariales de los trabajadores. Hemos dado grandes pasos pero pero queda mucho por hacer», ha dicho, lanzando una petición expresa a los empresarios: «En pocas palabras: ayudadnos a mejorar la vida de la gente». Esta petición de colaboración a los empresarios choca con el discurso de abierta confrontación que se ha desplegado desde el Gobierno de coalición, especialmente desde el ala de Unidas Podemos, en el pasado, y ahora de Sumar.

Por su parte, Sánchez ha ido pivotando, en varios momentos y según la conveniencia electoral, de un discurso marcado por el entendimiento hasta el enfrentamiento directo. Tras ganar la moción de censura y cuando el presidente del Gobierno aspiraba a conquistar el centro, hizo de la colaboración con el empresariado uno de los pilares de su estrategia. En el arranque del curso político se rodeaba de los totem del IBEX como muestra de la transversalidad de su proyecto. Sin embargo, cuando el jefe del Ejecutivo reorientó el rumbo hacia la izquierda, identificó a los empresarios como su antagonista. Este viraje se oficializó con el anuncio de una nueva fiscalidad a las entidades bancarias y las eléctricas en el marco de la crisis de inflación derivada de la guerra de Ucrania.

Desde entonces y en clave más electoral, el jefe del Ejecutivo hilvanó un discurso en el que se erigía como la alternativa a los «poderosos». Un discurso que mantuvo hasta la pasada semana, en su primera incursión en la campaña electoral catalana, tras su periodo de reflexión de cinco días, Sánchez se desquitó con esta proclama: «Estamos del lado de los que no pueden, de los que no tienen, de la mayoría social, de la clase media, de los trabajadores y trabajadoras frente a los poderosos. Reivindicamos que la política no es el territorio de los poderosos, sino de la gente de a pie».

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