¿Puede un fotomatón ser honesto? ¿Podemos atribuirle una mirada moral y estética a una cabina que sirve para hacer fotografías automáticamente?

La pareja artística Ampparito e Irene Luna han convertido en autor a un aparato diseñado para fabricar aburrimiento, para disciplinar rostros. Durante cuatro años han ido a centenares de fotomatones de España y con un truco técnico —un espejo trapezoidal que ponían frente a la cámara de la máquina— han desviado su tiro fotográfico hacia fuera, retratando, en vez de caras, anodinos espacios alrededor del anodino artefacto. El resultado es un retrato accidental de España: un ejercicio de antipaisajismo, una serie antipostal.

Irene Luna y Ampparito trabajando en un fotomatón con su espejo en forma de trapezoide para retratar el exterior.CLAUDIO RIVERO

“Los espacios donde se ponen los fotomatones se eligen por razones prácticas. Al lado de una comisaría, en un centro comercial, en una esquina donde no molesten… Es un objeto diseñado con una noción de maximización económica. Carece de criterio estético y ahí encontramos una cierta forma de honestidad fotográfica”, explica Ampparito, firma artística de Ignacio Nevado, en la sala de exposiciones OTR., en Madrid, donde se expone por primera vez el proyecto Foto-en-fotomatón.

Para Luna, trabajar con la mirada no-estética del fotomatón es “liberador”. Habla de “relajo” creativo. La cabina los sustrae del mandato artístico de lo bello o de lo original, del peso de la autoría. En un texto sobre su trabajo escriben: “Parte de la idea de liberar a esta popular caja fotográfica de su condena burocrática: retratos de carnet”. Se podría añadir que, a su vez, la caja, con su simplicidad productiva, los libera a ellos de la ansiedad creativa.

Libera también preguntas en torno al valor-sentido de la imagen y de la fotografía. Entre las 166 revelaciones de fotomatón que exponen (de las 700 que forman el archivo del proyecto) hay tomas que se pueden considerar fotografía y tomas que solo cabría considerar simples imágenes, pero ocurre que unas y otras han sido realizadas por el mismo autor, el fotomatón, y son igualmente fruto del instante: de lo que sucedía alrededor del aparato en el momento en que le dieron al botón. Luna y Ampparito procuraron ejecutar la operación con neutralidad, sin atender a que estuviese pasando algo especial.

De modo que uno de los atractivos conceptuales de Foto-en-fotomatón es que al ir viendo una toma detrás de otra, dispuestas a lo largo de una fina estantería corrida alrededor de todo el espacio de la sala, se difumina la distinción entre fotografía e imagen, entre la representación de la realidad y su registro técnico. “Las hemos colocado en una línea continua para que ninguna imagen tenga más protagonismo que otra. Todas son igual de importantes. Por ejemplo: una que es un fotón y otra que es una mierda, tienen el mismo valor en la obra”, explica Luna.

En el montaje han colaborado la artista Elsa Paricio y el dueño de OTR., el coleccionista José Trujillo, que entre otras cosas destaca la diversidad estética en el conjunto de fotos: señala una de unas falleras que estaban junto a un fotomatón en Valencia y otra, de austeridad geométrica, de unas baldosas verdes. Dos inocentes tiros de fotomatón que son dos géneros artísticos: costumbrismo y minimalismo.

OTR. es una sala singular. Abierta en 2008 y con reputación de espacio con criterio propio, y buen criterio, suele hacer solo dos exposiciones al año sin fines comerciales. Las abre en fechas contadas, pero con la presencia de los artistas y del dueño para conversar con detenimiento sobre las obras. La próxima vez que se puede visitar Foto-en-fotomatón en ORT. es este viernes, 10 de mayo, de siete a nueve de la tarde. Trujillo bromea con que abren “cuando nos sale del occipucio”. También lamenta que su espacio no suela salir en la prensa: “Nos dicen que siempre la tenemos cerrada”.

Nevado y Luna tienen 32 y 31 años, respectivamente. Son hijos del actual tiempo digital, en el que la captación, acumulación y reproducibilidad de la imagen se ha vuelto infinita, poniendo en cuestión la posibilidad misma de la fotografía en tanto que representación finita y original —humana— de la realidad, en tanto que arte. El fotomatón, una máquina sin inteligencia, casi humana de tan primaria, les ha ayudado a realizar su tierno y sagaz gesto poético-conceptual, su justa revuelta fotográfica. Luna y Nevado defienden con este proyecto una utopía: que la fotografía aún es posible.

_

Compartir
Exit mobile version