La etapa, la de los hermosos paisajes de las colinas de Siena, y algunos de sus caminos de greda gris, entre algún solitario ciprés y mucho viento, salió del lago de Puccini, en la costa toscana, inspiración de La Bohème, y terminó en las termas de Rapolano, donde una estatua recuerda que el libertador Garibaldi se recuperó allí unos meses de las heridas de la batalla de Aspromonte, y allí se quedaría seguro, en las termas, recuperándose, Pelayo Sánchez, asturiano con nombre de asturiano irredento, e irredento ciclista que en la cuesta final no fue ni batallador loco ni puro peleón, sino sabio como si en lugar de los 24 años recién cumplidos, y su bisoñez, fuera un veterano experto y astuto. No ganó una batalla, sino una etapa del Giro, su ópera prima en el WorldTour, derrotando por velocidad y frialdad a uno como Julian Alaphilippe, compañero de fuga, el francés doble campeón del mundo, ciclista en declive, al que negó la redención y el alimento del orgullo que todo el mundo le deseaba. Hacía cinco años, desde las dos victorias de etapa de Pello Bilbao en el Giro de Richard Carapaz que un español no ganaba una etapa en la corsa rosa.

Tadej Pogacar, que entró con el pelotón a 29s, sigue líder con 46s sobre Geraint Thomas, y tomará la salida con la maglia rosa el viernes en la durísima contrarreloj de la Umbria, 41 kilómetros entre Foligno y Perugia.

[Noticia de última hora. Habrá ampliación en breve.]

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