Salvador Illa, Carles Puigdemont y Pere Aragonès, los tres principales candidatos a ganar el próximo domingo las elecciones catalanas, han sido capaces de ponerse de acuerdo en algo: la absorción del Banco Sabadell por parte del BBVA es un riesgo para Cataluña. No están solos y, de hecho, recogen el guante lanzado por el empresariado catalán, que tenía la esperanza de que la negativa del consejo de administración de la entidad vallesana pusiera punto y final a la operación y acabó desayunando este jueves con la opa lanzada por el banco presidido por Carlos Torres. “Con la desaparición del Banco Sabadell, muchas pymes quedarán huérfanas de financiación”, denunció Foment del Treball. La operación “no solo reduce la oferta de mercado, también pone en riesgo la estabilidad financiera del país”, se sumó Pimec.

La conmoción es evidente y contrasta con el silencio de hace cuatro años, cuando ni políticos ni empresarios alzaron la voz como lo están haciendo estos días. Entonces las negociaciones entre Torres y Josep Oliu eran amistosas y el Banco Sabadell renqueaba hasta tal punto en Bolsa que aquella absorción se asumía casi como un rescate. Hoy el negocio de la entidad catalana vuelve a generar beneficios, su acción ha escalado y su supervivencia en solitario no solo se considera viable, sino esencial. El rechazo a la absorción es palpable y el BBVA lo sabe: consciente de ello, a principios de esta semana se aproximó a distintas instituciones catalanas para explicarles la operación, aunque algunas de esas reuniones acabaron anuladas tras el no del consejo de administración del Sabadell.

“Su absorción sería una pésima noticia para la empresa española, pero sobre todo para la catalana y la valenciana, y muy especialmente para las pymes, porque el Sabadell es un banco arraigado”, defiende Ferran Rodés, vicepresidente de Havas Media, y el único empresario consultado por este diario que no pide el anonimato. “Es el único banco que queda con una génesis empresarial y eso se nota”, señala un directivo de una multinacional de servicios, que destaca su valor en negocios vinculados con las exportaciones. “Los bancos pierden la buena relación con sus clientes con las integraciones y la digitalización, que acaba siendo el fin de la relación directa y eso afecta a las pymes, porque las grandes empresas ya tienen otras fuentes de llegar”, señalan otras fuentes consultadas, que destacan el perfil digital del BBVA.

La Generalitat ha anunciado este jueves que ha remitido sendas cartas a la vicepresidenta de la Comisión Europea y su responsable de competencia, Margrethe Vestager, y a la presidenta de la CNMC, Cani Fernández, para que analicen la operación y la veten por la alta concentración existente en Cataluña, donde la fusión conllevaría que las mayores entidades (CaixaBank, BBVA y Santander) coparan el 85% de las oficinas. Aunque el Govern en funciones considera que, más allá de la falta de competencia, hay que oponerse a la integración por el recorte laboral que supondrá y el impacto sobre la economía de la comunidad autónoma, que perderá a uno de sus referentes. De hecho, el expresidente de la Generalitat y candidato por Junts, Carles Puigdemont, tildó la operación de “155 bancario”, en referencia a la intervención de la Generalitat a finales de 2017 tras el desafío independentista.

Nadie sabe cómo acabará la opa anunciada por el BBVA, sobre todo por la incertidumbre que genera la gran atomización existente entre el accionariado del banco. Lamentan que Josep Oliu en esta ocasión no tenga aquel núcleo duro de empresarios (José Manuel Lara, Isak Andic, Joaquín Folch-Rusiñol, Enrique Bañuelos) que en los primeros años 2000 le protegían de compras desde el mismo consejo de administración. Aquella relación acabó mal, con la pérdida de cientos de millones de euros cuando las acciones del banco se desplomaron con los inicios de la Gran Recesión.

Una persona que conoce bien el banco duda de que pueda haber un caballero blanco dispuesto a salvar la entidad. Ese papel también lo jugó La Caixa, que llegó a tener un 12,4% de las acciones del Sabadell, pero ahora parece improbable que la entidad de la estrella, a través de su sociedad inversora Criteria, juegue el mismo papel pese a la gran actividad que está desarrollando en las últimas semanas. Su presidente, Isidre Fainé, no tiene una buena relación con Oliu desde que este se negó a la integración que el otro le proponía. Después tuvieron otras cuitas, como cuando Fainé le birló a su consejero delegado Juan María Nin sin avisarle.

Proteger al Sabadell

Esa falta de protección podría cambiar, en opinión de otra persona consultada, si la opa acaba fracasando. “Yo creo que hay conciencia, cada vez más, de que hay que mantener el banco”, dice un directivo, que cree que quizás la operación no sale tras la “reacción masiva” que ha despertado la operación: “El Gobierno [central] ha sido muy duro y todos candidatos han salido hoy en tromba”.

“El Sabadell ahora va muy bien y puede sobrevivir en solitario perfectamente”, señala el primer ejecutivo de una entidad financiera, que lamenta los niveles de concentración que han incentivado los reguladores bancarios. En su opinión, es una aberración que una economía como la española tenga dos o tres de los grandes bancos europeos y que los empresarios no puedan tener libertad para escoger. “Yo tengo dos [uno es el Sabadell], y ya veo que voy a tener que hacerle la pelota a otro para tener un poco de margen a la hora de escoger”, dice un empresario especializado en inversiones. En su opinión, “no es el Sabadell el que tiene un problema, somos sus clientes quienes lo tenemos”.

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