La Caja Mágica de Madrid, un lugar más que especial para Paula Badosa. “Llevo muchos años viniendo aquí y tengo muy buenos recuerdos, sobre todo de jovencita y del año que hice semifinales [2021]. Tengo una conexión muy bonita con el público, así que me hace mucha ilusión volver, sobre todo después de un año difícil en el que he podido disfrutar relativamente poco. Espero poder hacerlo aquí, sean los partidos que sean”, dice durante la jornada de atención a los medios, antes del debut de este miércoles —hacia las 11.00, Teledeporte y Movistar+— contra Jessica Bouzas (93ª). Es una deportista contra sus circunstancias, complejas hasta el punto de haberse convertido en un “sufrimiento constante”, según revelaba hace unos días en un podcast.

Badosa, de 26 años, se expresa con impotencia. Porque está, pero no termina de estar. Quiere, pero no puede. Es consciente de que hoy por hoy, su crédito en los torneos es muy limitado. Desde que la cuarta vértebra lumbar le jugase una mala pasada hace un año, en el Foro Itálico de Roma, cuando se le fracturó por estrés, no ha conseguido remontar el vuelo y su carrera describe una curva descendente difícilmente imaginable hace no mucho. Dos del mundo hace dos cursos y campeona de Indian Wells hace tres, actualmente ocupa el puesto 101º del circuito y el físico le ha situado ante una verdadera encrucijada: son un presente y un futuro sobre el alambre. La espalda, el principio del fin de tantos y tantos tenistas.

“Ojalá pueda jugar, porque el tenis sigue ahí”, transmite con resignación, “pero he estado sufriendo mucho con esta lesión. Es muy complicada, crónica, difícil. Estoy haciendo todo lo que está en mi mano y estoy trabajando todos los días con mi equipo para sentirme bien. ¿Dolor cero? Es muy difícil, pero estoy llevándolo lo mejor posible; si me permite entrar en la pista y competir, ya he ganado. Si tengo que hacer los tratamientos que dije [inyecciones de cortisona], los haré para alargar al máximo mi carrera”. Decía Badosa que “jugar tres o cuatro años más” sería increíble, pero la realidad le sitúa en un escenario de máxima incertidumbre.

En 2023, la catalana tan solo pudo disputar 27 partidos. Y a cada intento de regreso, un bofetón. Así, hasta que un día se quedó clavada en el sofá. Dolores y dudas. Magnetoterapia, entre otras fórmulas. Más y más tratamiento. “Cuatro horas al día”, ahora mismo. Y la mente, lógicamente, va resintiéndose. “Estos últimos meses he ido muchos días a entrenar y he durado diez, veinte o treinta minutos, y eso mentalmente son palos muy duros”, contesta a la pregunta planteada por este periódico; “al salir trataba de desconectar. Mentalmente he trabajado mucho con gente que me ha ayudado y me ha apoyado, pero es muy duro entrar a una pista y sentir molestias. De todos modos, desde antes de Miami [mediados de marzo], los dolores están bastante controlados, así que estoy contenta, pero como llevo bastante tiempo sin competir, si no sale una cosa es otra. Te aparecen pequeñas lesiones”.

De lo anímico a lo físico

Pudo competir a comienzos de año en Australia, pero después no pudo hacerlo en Indian Wells —uno de sus escenarios favoritos— y llegó entre algodones a Madrid. Cuenta que estos días no siente “un gran dolor”, así que puede jugar. Lo hará tras derramar lágrimas en Stuttgart —cuando logró rebatir a Aryna Sabalenka, la dos del mundo— y después de hacer una cruda confesión. “Tras unas revisiones en marzo, los médicos me dijeron que sería complicado que siguiera mi carrera”, contó en el podcast. El impacto del diagnóstico fue brutal, pero Badosa es una chica tozuda que no está dispuesta a rendirse.

“He hablado con infinidad de jugadores y jugadoras que han tenido problemas de este tipo, como Bianca [Andreescu], Rublev, Khachanov… Incluso Garbiñe lo sufrió cuando era joven. Obviamente todos son casos diferentes, pero incluso para el aductor [el último percance que ha sufrido, una pequeña rotura en Stuttgart] hablé con Aryna. Soy afortunada de tener una buena relación con ellos, así que intento obtener algo de información. Solo intento mantenerme positiva”. “He llorado mucho, pero al mismo tiempo tengo esa personalidad y me digo que tengo que seguir peleando para salir adelante. Hay días en los que no me despierto demasiado bien, pero pienso que esto vale la pena. Si hago esto es porque amo este deporte”, prolonga la tenista de Begur, que esta temporada ha jugado 14 partidos, distribuidos en ocho torneos: seis triunfos y ocho derrotas. La tercera ronda firmada en Melbourne es su límite.

En cualquier caso, si hay un marco que le incentive es la Caja Mágica, donde el curso pasado progresó hasta los cuartos de final y en 2021 desencalló una carrera truncada hasta entonces por la depresión y las ansiedades. Hoy día, el cepo es físico, y le sitúa ante una desagradable realidad. Pero, ante la adversidad, ella contragolpea: “¿Si voy a seguir luchando por las grandes victorias? Yo siempre. Este año va a ser difícil, así que miro más a largo plazo. Si mi lesión me lo permite, siempre voy a tener esa ilusión y creer en mí; el día que no crea en mí, no seguiré jugando”.

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