Esta campaña electoral un tanto inédita termina también inéditamente con una incógnita absoluta sobre quién ganará la batalla entre las dos formaciones nacionalistas, PNV y EH Bildu, pero con menos incógnitas sobre quién gobernará. Salvo auténticas sorpresas, como una victoria arrolladora de EH Bildu, todo apunta a que será la alianza PNV-PSE que viene gobernando Euskadi desde 2016. Se perfilaba desde su inicio, pero los acontecimientos suscitados en su recta final fortalecen esta opción. La fuerte reacción de los partidos vascos ante el agujero memorístico sobre el terrorismo etarra del candidato de EH Bildu, Pello Otxandiano, ―no es una cuestión fundamental, dijo― ha despejado el terreno. Sus posteriores petición de perdón a las víctimas y reconocimiento de que la izquierda abertzale no ha completado su proceso de normalización son positivas ―tanto que el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero lo ha reconocido―, pero ratifica que EH Bildu no va a encontrar con facilidad condiciones para gobernar.

Desde el inicio de la campaña, el candidato socialista, Eneko Andueza, al que las encuestas conceden unánimemente, como tercera fuerza política, la llave del gobierno en la batalla nacionalista por Ajuria Enea, aseguró que impediría que EH Bildu la ocupe. Andueza ha exhibido el código ético acordado por el PNV y el PSE hace diez años por el que ambas formaciones decidieron no gobernar con ellos mientras no hiciera autocritica de su pasada complicidad con ETA. También han pesado en Andueza razones tácticas: la conveniencia de marcar distancias con EH Bildu para evitar lo sucedido al PSdeG en las elecciones gallegas.

El PNV se mantuvo inicialmente más ambiguo sobre su política de alianzas, aunque su candidato alavés, Joseba Díez Anchustegui, al inicio, ya avanzó que su partido no pactaría con los de Pello Otxandiano. Los peneuvistas han reafirmado esta actitud en el último tramo de la campaña ante las declaraciones del candidato de Bildu. El lehendakari en funciones. Iñigo Urkullu, muy sensible sobre la memoria de las víctimas, ha sido rotundo y ha marcado distancias con ellos: “Representamos dos modelos diferentes. Memoria o amnesia y olvido”. Imanol Pradales ha incidido en el antagonismo entre los dos modelos, extendiéndolo al terreno socioeconómico, al acusar a Bildu de “intervencionismo bolivariano”. En este clima resulta poco probable un gobierno entre las fuerzas nacionalistas, aunque matemáticamente sea factible y sea la segunda opción preferida por los electores vascos, el 23,4%, según la encuesta de 40dB. para EL PAÍS y la SER.

La alternativa de izquierdas a la coalición PNV-PSE hoy es una quimera. El PSE la rechaza rotundamente y Bildu, Sumar y Podemos están muy lejos de alcanzar una mayoría suficiente para gobernar con la grave crisis del espacio situado a la izquierda del PSOE. En la campaña vasca ha destacado como nueva figura la candidata de Sumar, Alba García, por sus planteamientos pragmáticos en políticas socioeconómicas. También fue rotunda contra Otxandiano por su agujero memorístico sobre ETA.

La opción PNV-PSE se presenta como más viable por descarte de las demás y por la voluntad favorable de los actuales aliados del Gobierno vasco. Tiene a favor, además, que es la opción preferida por el electorado vasco: 28,4%, según la encuesta de 40dB. Si PNV y PSE suman la mayoría absoluta de 38 escaños, es prácticamente seguro que repetirán coalición de gobierno. Sin embargo, aunque es menos probable, puede suceder que PNV y PSE no sumen. De acuerdo con la ley electoral vasca, podrían superar la investidura porque, en segunda vuelta, es el candidato con más votos el que forma gobierno.

En tal caso, la fórmula PNV-PSE podría constituir gobierno, pero se encontraría con problemas de estabilidad al carecer de mayoría absoluta. Necesitaría a Sumar o Podemos, sobre quienes no hay certeza de que obtengan escaños. La otra opción sería el PP vasco, que ya ha adelantado que, para evitar que gobierne Bildu, apoyaría a un gobierno formado por unos partidos, peneuvistas y socialistas, con los que el PP nacional mantiene una dura confrontación en el Congreso. Pero no lo haría gratuitamente. La dependencia de un hipotético gobierno PNV-PSE del PP vasco le crearía un problema al presidente Pedro Sánchez.

La insistencia del candidato socialista Andueza de vetar a EH-Bildu en el Gobierno vasco por su autocrítica pendiente sobre ETA, acrecentada por el grave tropezón de Ochandiano sobre la memoria de ETA, ha creado tensiones entre ambos partidos, pero posiblemente no afectará a su apoyo parlamentario al Gobierno de Sánchez en el Congreso. Al partido de Otegi lo ha beneficiado electoralmente su apoyo parlamentario. La actuación de la derecha político-mediática, además, lo ha victimizado ante quienes reconocen su evolución política, aunque no sea completa. Tampoco tiene prisa por llegar al Gobierno. El Sinn Fein, su referente, lo ha alcanzado 26 años después de los Acuerdos de Viernes Santo.

Los socialistas, a su vez, se han sorprendido por la falta de empatía de Otxandiano hacia las víctimas de ETA. Aunque la coalición no ha condenado el terrorismo etarra, algunos de sus representantes han manifestado empatía hacia las víctimas y han expresado su dolor por el daño causado. Bildu ha sido consciente de la torpeza de Otxandiano y este jueves el candidato pidió perdón a las víctimas y reconoció que aún no han terminado su proceso de normalización. El partido, que tiene contestación interna a su proceso de normalización, teme que un recorrido rápido aumente la desafección e incluso provoque una escisión.

Nada indica que estos últimos acontecimientos alteren sustancialmente la situación electoral en Euskadi. Las declaraciones han levantado más ruido político-mediático en la capital que en Euskadi. Solo horas después de las palabras de Ochandiano, los candidatos vascos abordaron la memoria del pasado terrorista en el segundo debate en la televisión vasca, pero ya no ocupó el centro del escenario. Los servicios públicos vascos recuperaron la presencia permanente que han tenido durante esta campaña. Algunos analistas estiman que el debate sobre la memoria no afectará al electorado juvenil, cuya franja domina Bildu, pero sí podría afectar a la franja intermedia que el PNV y PSE disputan a EH Bildu. El PNV cree que el impacto emocional suscitado por la agresión a su candidato, Imanol Pradales, aunque su móvil no fuera político, unido a las declaraciones de Otxandiano, contribuirá a la movilización de los indecisos a una última hora a la que están acostumbrados los peneuvistas.

Alberto Núñez Feijóo, con un perfil bajo en Euskadi, no ha dejado de aprovechar el tropiezo de EH Bildu para responsabilizar a Sánchez por sus pactos parlamentarios. Obviar que el PP vasco ha pactado con EH Bildu en municipios, cuando gobernó y le hizo falta, y no reconocer la evolución positiva de EH Bildu puede alejarlo de amplias capas vascas. En esas condiciones, sus críticas pueden beneficiar a EH Bildu, al victimizarla.

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