Después de sortear un traicionero estreno contra Zizou Bergs, resuelto en casi tres horas (4-6, 6-3 y 6-4), Rafael Nadal habla sin tapujos: necesita tiempo, pero este escasea. Es decir, es un aquí y ahora, ya no hay margen. “Roland Garros es dentro de dos semanas y media, así que… Llega un momento en el que tengo que demostrarme a mí mismo si soy capaz de empujar mi cuerpo hasta el límite que necesito para sentirme listo para lo que viene. Y no estoy hablando solo de Roland Garros, sino del próximo partido”, expone el mallorquín, citado este sábado con el cañonero Hubert Hurkacz. Es decir, nada que ver con Bergs; del 103º del mundo —con apenas una treintena de partidos en el circuito— al número nueve —temible sacador y propietario de dos Masters 1000, los de Miami (2021) y Shanghái (2023)—.

Nadal departe con los periodistas tras 2h 53m de curvas frente al belga, y reconoce “dudas” e instantes de “intranquilidad”; esos 20 minutos que le han costado el primer parcial y esas otras franjas en las que se le podía haber escapado el partido, el primero que jugaba en el Foro Itálico de Roma desde hacía dos años. No falta la autocrítica —”no he jugado de la manera que puedo y necesito jugar”—, pero al mismo tiempo valora haber podido salvar el día y tener otra oportunidad de saltar a la pista, porque París se acerca —el pistoletazo de salida es el día 26— y después de haber ascendido dos escalones, le queda un tercero imprescindible para determinar si está en condiciones o no de participar en el grande francés. Se siente “más rápido” y saca “mucho mejor” que hace escasas fechas, pero hoy todavía no le alcanza.

Se impone el balear interpretar mejor cómo se coloca en la pista: “A veces juego demasiado lejos de la línea de fondo. El primer set en el último partido de Madrid [ante el checo Jiri Lehecka] es una buena referencia de cómo tengo que jugar”. Pero, ante todo, necesita cruzar el umbral del miedo que le ha obligado a competir hasta ahora con el corsé en esta última reaparición. Todo nace del 3 de junio, cuando cumplió 37 años y pasó por el quirófano para ser intervenido del psoas ilíaco y también de un viejo problema en la cadera. “Me quitaron una parte del tendón y he tenido que reforzar mucho toda la musculatura de alrededor, así que se trata de tener tiempo para adaptar todos esos músculos a la nueva configuración de la cadera; el problema es que no tengo tanto tiempo, esa es la verdad”, se sincera. La cuestión es que su chasis debe aceptar la nueva mecánica, pero la proximidad de Roland Garros, su gran objetivo en esta recta final de su carrera, le obliga a un salto de nivel para el que desconoce si estará preparado o no.

“He ido muy paso a paso, intentando lograr pequeñas mejoras cada día, pero ha llegado un momento en el que necesito probarme al cien por cien. Y no es fácil, porque necesito perder el miedo en algunos tiros y en Brisbane, por ejemplo, me hice un desgarro en la zona de la operación”, detalla; “esperaba poder haber tenido esa progresión desde el principio de la temporada hasta Montecarlo, pero no ha podido ser, porque he tenido un problema en el abdominal. He conseguido avanzar estas tres últimas semanas, pero ha llegado un momento en el que tengo que ir a por todas; y si pasa algo, pasa. Esa es la verdad. Necesito perder el miedo y partidos como el de hoy ayudan. En algunos momentos he ido más rápido, y en otros más lento, así que necesito acostumbrarme a eso, a tomar riesgos. Y si me rompo, pues me rompo; aceptaré las consecuencias. Pero es la hora de forzar. Ese es el objetivo”.

Nadal, por tanto, afrontará el duelo con Hurkacz como una verdadera prueba de fuego. Ya sin la teórica red de seguridad. No forzó lo más mínimo en Barcelona, ni se acercó a ese “límite” del que ahora habla en la Caja Mágica, donde al menos sí pudo dar un acelerón significativo; elevó el tono ante Alex de Miñaur, Pedro Cachín y Jiri Lehecka —la primera escala ante Darwin Blanch fue mero rodaje—, pero la urgencia del calendario y su deseo de poder despedirse de su torneo fetiche compitiendo de verdad le conducen a un espacio ineludible del todo o la nada: bien obtiene una respuesta más o menos esperanzadora de su cuerpo, o bien regresa a la enfermería. Así lo transmite, sin medianías. Roma es el último campo de pruebas, la opción final. Y él, dice, siente que va en la dirección correcta, por más que la gráfica ante Bergs describiera dientes de sierra y se desempeñe como un jugador ciclotímico, alejado de la linealidad de antaño.

“No he jugado mucho durante casi dos años, así que tengo que aceptar que mi nivel es así, a veces más alto y otras más bajo. No es como solía ser antes, que era muy estable todo. Viene y va. Ahora necesito volver a encontrar esa estabilidad. Pero en los entrenamientos estoy sintiendo mucho mejor la pelota, y me siento más cerca de mostrar algo probablemente mucho más positivo de lo que he mostrado hasta hoy”, indica, instalado actualmente en el puesto 305º del circuito. “Lo de hoy [por este jueves] es muy positivo. Partidos como este ayudan a acercarse a los niveles de exigencia del circuito, aunque a nivel tenístico debo hacerlo mejor porque soy capaz de hacerlo”, agrega después de haber atrapado su victoria 70ª en Roma, donde se ha coronado diez veces. “Puede que dentro de dos días no juegue bien, es una posibilidad, pero espero poder jugar mucho mejor que hoy para empezar a pensar de otra manera. Vamos a ver”, cierra Nadal, voluntariamente expuesto a un juicio extremo: sí o no, París.

ESPERANZADOR TRIUNFO DE BADOSA

A. C.

Al triunfo de Nadal le acompañó por la noche el de Paula Badosa. La española, de 26 años y 126ª en la lista mundial, remontó ante Emma Navarro (1-6, 6-4 y 6-2, en 1h 59m) y logró acceder a la siguiente ronda del torneo, en la que se medirá con la rusa Diana Shnaider, a la que ya derrotó el pasado mes de abril en su debut en Stuttgart.

Si el jueves obtuvo una victoria de mérito contra la joven Mirra Andreeva, esta vez se rehizo para deshacerse de una rival que este curso ha llegado a batir a tenistas de la talla de Aryna Sabalenka o Elina Svitolina. La estadounidense, 22ª del mundo y campeona en enero de Hobart, no pudo contener la reacción de la catalana, que desde hace un año lidia con una delicada lesión de espalda y que no enlazaba dos triunfos desde Australia.

Siguió Badosa el buen paso de Sara Sorribes, superior a Nadia Podoroska (6-4 y 6-3 en 2h 03m). Rebeka Masarova, en cambio, no pudo imponerse a Irina-Camelia Begu (5-7, 6-3 y 6-4 en 2h 48m). La castellonense, de 27 años y 67ª, se enfrentará a la rusa Anastasia Pavlyuchenkova. También progresaron Roberto Carballés (7-6(7) y 5-0 a Chris O’Connell, lesionado) y Jaume Munar (6-4 y 7-5 a Rinko Hijikata, en 2h 05m); se medirán con Cameron Norrie y Alex de Miñaur, respectivamente.

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