Cuando Liberty Media compró la Fórmula 1 en 2016, desembolsó un total de 7.100 millones de euros. En la actualidad, la revista Forbes estima que el valor del campeonato duplica esa cifra cuando no ha pasado ni una década de la compra. El éxito de la empresa estadounidense, con los números en la mano, es apabullante, y la adquisición de MotoGP por 4.200 millones de euros busca ahora replicar el mismo modelo en la máxima categoría de las dos ruedas.
Según el comunicado oficial conjunto de Liberty y Dorna, empresa española que explota los derechos comerciales y televisivos del mundial de motociclismo desde 1991, poco cambiará por ahora en el organigrama de la compañía. Carmelo Ezpeleta seguirá al mando de la gestora del certamen, que mantendrá su condición independiente dentro del conglomerado estadounidense. “Este es el siguiente paso ideal para la evolución de MotoGP”, comenta el máximo responsable del certamen. “No podríamos desear mejor socio para ensanchar la base de aficionados alrededor del mundo”, añade en la nota. El acuerdo, que llevaba meses en la cocina y requiere la aprobación de los órganos antimonopolio, permite a la dirección de MotoGP consolidar una ruta definida hace tiempo.
Con cambios recientes en el deporte, como la introducción de las carreras al sprint los sábados, MotoGP lleva un par de años buscando mejorar el espectáculo aumentando todavía más la tensión competitiva. Enganchar a una nueva hornada de aficionados jóvenes, además de redoblar la apuesta por mejorar su alcance en Estados Unidos, han sido las dos prioridades de la dirección del campeonato después de superar el reto financiero impuesto por la pandemia. “Carmelo y su equipo directivo han construido un gran espectáculo deportivo que podemos trasladar a una audiencia más amplia”, apunta Greg Maffei, presidente y CEO de Liberty Media.
La alianza entre Liberty y Dorna —que mantendrá un 14% de sus acciones—, como indican todos los actores implicados, va como anillo al dedo para ambas compañías. El éxito de Drive to Survive, la serie de Netflix que abrió de par en par las puertas de la F1 a un nuevo público, quiso ser replicado por los ejecutivos de MotoGP con una serie fallida, MotoGP Unlimited, en Amazon. A pesar del chasco, el acento anglosajón en el campeonato ha seguido aumentando con la contratación de Dan Rossmondo, exdirectivo de la NBA, como director comercial del certamen hace tan solo un año. Este curso, el equipo Trackhouse, propiedad del cantante Pitbull, ha devuelto los colores de la bandera estadounidense al asfalto en alianza con Aprilia. El anuncio del acuerdo de venta llega, precisamente, a dos semanas del desembarco del Mundial en Austin, Texas, parada única en Estados Unidos desde 2013.
David Hill, asesor de las retransmisiones de la Fórmula 1 desde 2017 y mano derecha del magnate de los medios Rupert Murdoch, resume en el libro The Formula el cambio de paradigma que ha convertido la categoría de las cuatro ruedas en el deporte de mayor crecimiento en la última década. “El trabajo de los equipos de producción había sido perseguir a los coches alrededor de la pista, pero las estrellas son los pilotos, no los coches”, comenta sobre las directrices que recomendó para transformar al deporte en una especie de reality televisivo. En la misma línea se expresó Rossmondo durante su introducción al universo de las motos: “MotoGP es un deporte global que combina la innovación tecnológica con la habilidad, el físico y el talento de los pilotos. Ellos son los verdaderos héroes del espectáculo”.
Aunque el nuevo calendario ha llevado al límite a los corredores, en gran parte han aceptado y asumido las exigencias físicas y mentales en aras de reconducir su deporte. MotoGP, cada vez más mimetizada con la Fórmula 1, un circo cerrado y exclusivo donde la tecnología define los resultados incluso por encima del talento, ha visto como la proliferación de la electrónica y la aerodinámica ha transformado completamente a sus prototipos, más cercanos ahora a una aeronave de la NASA que a una moto de calle. Los protagonistas, sin voz ni voto en el desarrollo del campeonato, se resignan por ahora sin ser tan contundentes como Max Verstappen, muy crítico tras el desembarco de la F1 en Las Vegas el año pasado. “99 por ciento de entretenimiento, uno por ciento de carreras”, atizaba el tricampeón del mundo a los organizadores. “Odio esta dirección y las reglas que lo permiten. Parecemos la Fórmula 1. Cada vez tenemos más aerodinámica y no me gusta, pero tenemos que adaptarnos”, declaraba Marc Márquez, ocho veces campeón del mundo, durante los test previos al inicio del actual curso.
Hace un año, Ezpeleta resumía en tres puntos los planes de futuro de Dorna respecto al Mundial de MotoGP. “Ideas frescas, mayor alcance y un compromiso para llevar a nuevas cotas el deporte”, decía el veterano ejecutivo barcelonés, que lleva más de tres décadas al frente del certamen. En 2024, cuando se celebran los 75 años del campeonato del mundo, el Mundial cuenta con más paradas (21) y carreras (42) que nunca en su historia, y la igualdad en pista es mayor que nunca pese al decaimiento de las fábricas japonesas. Falta saber cómo continuará la transformación de la competición cuando se cierre la operación a finales de año y cuáles son los planes de fondo de Liberty Media. Cabe recordar que en la Fórmula 1, el anterior mandamás Bernie Ecclestone permaneció un año en el cargo hasta ser apartado de mala manera por los nuevos propietarios rumbo al lavado de cara que ensaya ahora MotoGP.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
_