Este próximo domingo los catalanes están convocados a las urnas en una cita crucial no sólo para ellos sino para toda España. Quién ganará, quién podrá formar gobierno, quién apoyará a quién y cómo repercutirán sus resultados en los complejos equilibrios del Gobierno de Sánchez en Madrid son sólo algunas de las múltiples incógnitas del 12-M. Pero, más allá de la aritmética parlamentaria y los nombres del futuro Govern, este 12 de mayo Cataluña decide qué necesidad pone al mando de su futuro: si la vivienda o la bandera.
En las recientes elecciones vascas fue el sistema sanitario y su paulatino deterioro el que centró el debate y, en cierta medida, contribuyó al vuelco histórico de sus resultados. En Cataluña es el acuciante problema del acceso a la vivienda el que está hurtando a la independencia y el referéndum buena parte de los discursos en una campaña con el foco en la gestión y la economía, aunque, también, en el voto emocional del procès fallido.
Hasta ahora, el recorrido de la campaña arroja síntomas de un evidente reequilibro entre las aspiraciones indepes y las económico-sociales en las ofertas electorales, pero no revela aún cuáles se impondrán. Algunos análisis demoscópicos señalan que, en esta ocasión, incluso la lengua catalana, habitual escenario de lucha electoral, ha reducido su espacio y tiempo en mítines y discursos mientras el president Aragonés alardea en sus entrevistas del control de precios de los alquileres como la joya de su gestión. Sin embargo, los últimos sondeos ponen a Puigdemont, con el retorno de su figura y del conflicto con España como bandera, ligeramente por delante de ERC.
Mayoría independentista o mayoría progresista. Eje identitario o eje ideológico. O, directamente, bloqueo y repetición electoral. Muchas cosas han pasado desde aquel crucial 1 de octubre de 2017. Y todos deberíamos de haber aprendido de ellas.