“Igual que los pioneros de Bolonia, Montpellier, Oxford o Salamanca creyeron en el poder del aprendizaje, el espíritu crítico y la cultura, quiero que estemos a la altura de este gran propósito”. La frase la pronunció en 2017 Emmanuel Macron, el impulsor en esa cumbre de Gotemburgo de la potente red de universidades europeas que está tejiendo Bruselas. Y no es casual que el presidente francés incluyese a la USAL. Se constituyó como universidad en 1252 ―es la más antigua de España― y estudiar allí es el sueño de muchos jóvenes europeos. Por eso los erasmus no dejaron de ir en pandemia. Y por eso se asoma más al descrédito internacional que otros campus poco conocidos, tras el nombramiento este martes como rector del catedrático Juan Manuel Corchado, experto en inteligencia artificial, quien, como desveló EL PAÍS, ha hinchado artificialmente su currículum hasta colocarse por encima de los líderes mundiales en Google Académico, pese a no participar en los congresos internacionales más prestigiosos.

Sebastian Stride, uno de los fundadores de Siris Academic ―una consultora sin ánimo de lucro que ha asesorado en 13 años a más de 250 instituciones de 25 países―, no tiene duda de que la elección de Corchado va a suponer una crisis reputacional para el conjunto de las universidades españolas, “no a largo plazo pero sí en los próximos dos o tres años”. Estos días a Stride, que está en Francia por trabajo aunque reside en Barcelona, los presidentes de las universidades galas le están preguntando por la USAL. Él prefiere no opinar porque no tiene “elementos” de juicio, no conoce al nuevo rector, aunque sí los hechos. Pero lo que no entiende es cómo Corchado se ha presentado al cargo, en vez de apartarse para demostrar que no ha cometido malas prácticas. El consultor cree que una situación así es “inimaginable” en Francia o Alemania, pues arrastra la imagen del país.

Mantener el prestigio internacional es clave, no solo porque la UE sustenta gran parte de la inversión en investigación, sino porque se están trenzando alianzas de universidades ―las que impulsó Macron― que comparten proyectos científicos, titulaciones y van a fomentar la movilidad de estudiantes, docentes y personal de administración. Y en la segunda convocatoria comunitaria, la USAL logró entrar en una, EC2U, junto a otras ocho universidades ―entre ellas las de Linz, Coimbra, Poitiers y Pavía― que reciben cada año fondos de Bruselas. “Me resulta alucinante que se elija a alguien con esta losa. Antes el rector era el primus inter pares y buscaba el equilibrio entre facultades”, recuerda Stride. “Pero ahora su rol es muy distinto. Las relaciones internacionales ya no son puntuales sino estratégicas. Los rectores trabajan para una estrategia común, elaboran conjuntamente códigos de ética y ontológicos… y tienen que seguir las reglas mínimas de la ética”. Corchado ha dado instrucciones a sus trabajadores para que citen sus estudios y se ha beneficiado de multitud de perfiles fraudulentos de investigadores inventados, dedicados a mencionar insistentemente sus artículos.

Más allá de la reputación internacional, la USAL es un auténtico puntal económico, social y cultural en la ciudad: Salamanca tiene 143.954 censados, 26.000 universitarios y 4.400 profesores y personal de administración del campus. Por eso, el vodevil en tres actos que está viviendo la USAL no es la mejor de las cartas de presentación en el exterior. El rector Ricardo Rivero dimitió “por causas personales” cuando le quedaban dos años de mandato; su sucesora en funciones, María José Rodríguez Conde, se fue a la semana con idéntico motivo y al fin ahora Corchado es rector. No tuvo oponente, pues los plazos eran tan cortos, que no tuvieron tiempo de armar una candidatura con posibilidades de ganar.

En septiembre de 2020, cuando las aulas volvieron a abrirse con medidas anticovid, el alcalde de Salamanca (PP) y los rectores de la USAL y la Pontificia de Salamanca se conjuraron para frenar el virus y no tener que cerrarlas de nuevo. Eran conscientes de que había mucho en juego. Un estudio ya desfasado de 2016 ―el alumnado ha crecido desde entonces―, La parte y el todo. El impacto económico de la Universidad de Salamanca, elaborado por seis de sus profesores, mostraba unas cifras apabullantes: el peso estimado de la institución era de 920 millones de euros. Eso suponía el 7% del PIB provincial y situaba a la USAL entre las 20 mayores entidades de Castilla y León. Los datos disgregados permitían conocer el consumo de los alumnos (159 millones), el de sus familiares (19 millones) o gastos propios en servicios (43,2 millones). En 2020 la Asociación de Hostelería de Salamanca valoró estas cifras para este diario como “cortas”.

Un análisis más reciente, Impacto económico del sistema de universidades públicas españolas, hecho público por el desaparecido Ministerio de Universidades en 2021, hace otros cálculos menos favorables a la USAL, pero también menos pormenorizados. Tras la Universidad de Granada, es el centro académico español que más aporta al PIB regional (4,8%) y la segunda en cuanto al porcentaje de población ocupada gracias a la institución académica, con un 5,8% del total, el equivalente a 6.840 puestos. Por eso los nexos con el Ayuntamiento de Salamanca son estrechísimos y, como patrocinador de Corchado, este puede verse salpicado por el deshonor. El consistorio cedió en 2023 durante 10 años un espacio de 820 metros cuadrados para que se instalase la Fundación Instituto Internacional de Investigación en Inteligencia Artificial y Ciencias de la Computación (AIR Institute), del hoy rector.

A diferencia de las vecinas universidades de Valladolid y León, que han perdido 2.000 alumnos de grado desde 2015, la USAL se mantiene estable. Es más, ha duplicado sus alumnos de doctorando, pues leer la tesis en Salamanca no es cualquier cosa. Es un polo de atracción de foráneos ―el 8,1% de sus alumnos con matrícula ordinaria (no de movilidad) son extranjeros, el doble que la media nacional―, en especial de Latinoamérica (1.427) y europeos (360). “Hay preocupación fuera. Escriben preguntando qué está pasando, sobre todo latinoamericanos que estudiaron aquí y piensan en mandar a sus hijos”, cuenta un empleado. Si existiese una crisis de desdoro puede, además, frenar la llegada de más profesorado extranjero. Las cifra nacionales son pírricas (2,7% del total de docentes), pero en la USAL son algo mejores (3,09%) por su tirón.

Antes de la USAL, la Universidad Rey Juan Carlos se enfrentó a una crisis de prestigio provocada por un rector y también por sus malas prácticas académicas. Nadie dudó de la gestión de Fernando Suárez, pero en 2017 adelantó las elecciones (no dimitió) cercado por las acusaciones de plagio. EL PAÍS contrastó 15 copias a una veintena de autores, incluido su padre. Entonces, investigadores de la URJC se lamentaban del deshonor internacional en este diario. El caso saltó la frontera cuando la Universidad de California-Santa Bárbara anunció la retirada de un artículo publicado en su editorial y en proyectos codirigidos internacionalmente, los científicos de URJC tuvieron que responder a preguntas de sus compañeros sobre su rector. Una escena que se puede revivir ahora con los de la USAL.

La conferencia de rectores (CRUE) no tiene previsto entrar a valorar el nombramiento de Corchado, pues salvo en casos extremos no interviene nunca en crisis internas, por eso resulta ilustrativo que a preguntas de este periódico fuentes de la institución (sin citar a la USAL) resaltasen la necesidad de defender y preservar “la honestidad académica y científica” para mantener el “prestigio” y la “confianza de la sociedad”. En opinión de Stride, se juega la reputación de dos o tres años, no una, sino todo el conjunto de universidades españolas.

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