La censura de la que ha sido objeto el escritor Antonio Scurati en la televisión pública italiana (RAI) y la invectiva personal que lanzó a continuación contra él la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, nos muestran que, en Italia, el Estado de derecho está sufriendo un asedio. La censura y la invectiva se produjeron porque Scurati debía leer en televisión un monólogo para señalar el aniversario de la liberación de Italia del nazismo y el fascismo —que tuvo lugar el 25 de abril de 1945—, en el que se preguntaba por qué la primera ministra, a pesar de haber condenado en muchas ocasiones el fascismo, es incapaz de hablar de antifascismo. Que un Gobierno prohíba el derecho a expresarse de un escritor, de cualquier ciudadano, es un ataque a la libertad de opinión, que es un pilar del Estado de derecho, protegido por los Tratados de la Unión Europea y consagrado en las constituciones de nuestros países y es un derecho fundamental de todo ser humano.

Por este motivo, la censura ejercida contra Scurati no es un caso solamente italiano, sino también una herida europea.

Es una herida europea porque, cuando un solo ciudadano de la UE, en cualquier país, no puede expresar su opinión, el problema es de todos.

Es una herida europea porque, cuando la televisión pública de un país de la UE, en vez de acoger todo tipo de opiniones, prefiere escoger solo una determinada, el problema es de todos.

Es una herida europea porque, cuando el poder ejecutivo señala públicamente a una persona y la califica de adversaria, más allá de la crítica legítima de sus ideas, el problema es de todos los ciudadanos de la UE.

La censura de Scurati no es una disputa política entre dos partidos, ni debe confundirse con las contiendas electorales en marcha, porque tiene que ver con el ejercicio de la libertad de expresión. Y el hecho de que se pisotee esa libertad nos hace más vulnerables a todos los ciudadanos europeos.

Por desgracia, Italia no es el único ni el primer país de la UE en el que el poder ejecutivo sobrepasa sus legítimas prerrogativas y cede a la tentación de limitar y atacar la libertad de información para acallar las voces y opiniones no deseadas. Y por eso el deber de los medios de comunicación independientes es sacar a la luz esos comportamientos, para impedirlos.

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