Ya no existen vuelos directos entre Buenos Aires y La Habana. Ni Aerolíneas Argentinas ni Cubana de Aviación, las compañías estatales de ambos países y las únicas que volaban sin escalas entre sus capitales, hacen más esa ruta. Aerolíneas alega pérdidas de más de 500.000 dólares en 2023, y Cubana suspendió su ruta semanal hace unos días, cuando YPF anunció que no le vendería más combustible. La petrolera argentina, de mayoría accionaria estatal, cotiza ahora en la Bolsa de Nueva York y podría recibir sanciones de Estados Unidos por tratar comercialmente con Cuba; aparte, el valor de sus acciones aumenta día tras día desde la victoria del ultraderechista Javier Milei en las urnas.

Las opciones que ahora tienen Argentina y Cuba de conectarse por aire incluyen mínimo una escala, en Ciudad de Panamá o en Miami, obligando a cubanos no residentes en el extranjero a pedir una visa de tránsito para esas paradas, que no siempre les es concedida. Durante el primer trimestre de 2024, Cubana de Aviación trasladó a 3221 pasajeros hacia La Habana, con un 61% de ocupación. “Esto solo complica la vida a los cubanos que vivimos acá”, opina Camila. Tiene 30 años y migró hace seis a Buenos Aires desde La Habana, adonde ha viajado en tres ocasiones para visitar a su familia. Vino enamorada de un argentino, y cuando terminaron decidió quedarse: el país le pareció amable y, aunque se siente medio outsider, pone en valor el poder estudiar gratis en la Universidad de Buenos Aires, donde cursa Psicología.

Su amiga Daniella llegó en 2020; venía de vivir en Barcelona, donde conoció a su esposo, porteño, con el que regresaron a Argentina ante las dificultades de sostenerse en España en plena pandemia. La medida de YPF no le sorprende: “Es parte de una estrategia del gobierno de Javier Milei de congraciarse con Estados Unidos y con Israel”. Y añade: “Tampoco es que así se vaya a derrocar al régimen cubano”. Daniella milita en el Frente de Izquierda, y es crítica no solo con el gobierno argentino sino con el de su propio país: “Es chistoso que Milei diga que no quiere parecerse a Cuba y a Venezuela cuando está haciendo las mismas políticas que esos gobiernos, contra la libertad de asociación y de protesta, y contra las disidencias”.

José también milita, pero en el Foro Antitotalitario Unido, una organización transnacional anticomunista que denuncia la represión del Estado cubano. Es médico, tiene 54 años, y hace seis, en un viaje a Argentina, decidió que se quedaba tras la detención de su hijo en Cuba, en lo que consideró un amedrentamiento por su activismo. En Argentina, pidió ser reconocido como refugiado y pudo traer a su familia. Asegura que parte de su trauma psicológico en el país de acogida tiene que ver con la “hegemonía peronista” y sus lazos con el castrismo. Si bien le preocupa el rumbo que está tomando el gobierno de Milei en lo económico, se alegra cuando ve que “a la dictadura cubana se la llama por su nombre”.

El triángulo entre Cuba, Argentina y Estados Unidos

Las relaciones históricas entre Cuba y Argentina tienen nombre y apellido: a finales del siglo XIX, José Martí, el Apóstol cubano, artífice intelectual de la independencia de España, fue cónsul de Argentina en Nueva York y corresponsal del diario La Nación en Estados Unidos. “Viví en el monstruo y le conozco las entrañas, y mi honda es la de David”, alertaba sobre las voluntades expansionistas del país norteamericano. En los años cincuenta del siglo pasado, Cuba era conocida como “el casino de los Estados Unidos” hasta que el 1º de enero de 1959 Fidel Castro y otros jóvenes rebeldes, junto con obreros y campesinos, se levantaron en armas y derrocaron a la dictadura de Fulgencio Batista. El éxito de la Revolución cubana inspiró y preocupó a partes iguales. Entre los “barbudos” revolucionarios se encontraba un argentino, Ernesto Che Guevara.

Entonces gobernaba en Argentina Arturo Frondizi, quien recibió a Castro en 1959 y se reunió en secreto con el Che en 1961, buscando mediar en las relaciones ya rotas entre Cuba y Estados Unidos, con una gran condena por parte de los militares, que dieron un golpe a su Gobierno en 1962. Ese año, Cuba fue expulsada de la la Organización de Estados Americanos (OEA) con el beneplácito de Argentina y el resto de naciones latinoamericanas –excepto México– dando inicio al embargo económico. Las relaciones se restablecieron en 1973 con el gobierno de Héctor Cámpora y afianzadas por Juan Perón en su tercer mandato. Se concedieron créditos a Cuba, en “lo que se consideró una muestra de independencia política que fortaleció el vínculo entre el peronismo y la Revolución cubana”, explica a este periódico Jorge Taiana, ministro de Relaciones Exteriores entre 2005 y 2010. Esa deuda, no obstante, nunca se saldó y “fue una traba” en las relaciones bilaterales. Durante la última dictadura militar (1976-1983), Argentina y Cuba mantuvieron las relaciones, a pesar de que dos diplomáticos cubanos fueron desaparecidos en Buenos Aires.

40 años de diplomacia estable, hasta hoy

En 1986, Raúl Alfonsín se convierte en el primer presidente argentino en realizar un viaje oficial a La Habana. “Tanto el radicalismo como el peronismo, desde la vuelta de la democracia hasta hoy, tuvieron una relación con Cuba de respeto, ayuda y cooperación”, explica quien fue ministro de Relaciones Exteriores con Alberto Fernández, Santiago Cafiero. Él y Taiana coinciden en que el proceder en política exterior del gobierno de Milei es algo “inusitado” y que “solo muestra la voluntad política de subordinarse a Estados Unidos”. Consideran que se burla del sistema multilateral que ha conducido a procesos de integración en América Latina y que se ha materializado en organizaciones como la CELAC, la CEPAL o la Unasur, entre otras. Ni Milei ni su canciller, Diana Mondino, acudieron a la última reunión de mandatarios latinoamericanos y caribeños que tuvo lugar en marzo, “y todavía no sabemos qué ganó Argentina saliendo de los Brics”, apunta Cafiero, a quien le preocupa que Argentina se sume pronto a los dos únicos países –Estados Unidos e Israel– que votan sistemáticamente en contra del fin del embargo a Cuba en la ONU.

José tiene otra visión: “Cuba ni siquiera cree en el multilateralismo: el régimen sabe que el mundo es bipolar, y por eso han reabierto su embajada en Corea del Sur”. Camila admite que muchos argentinos “idealizan la Cuba revolucionaria”, aunque ella defiende las ideas madre de ese proceso político en su país y se siente afín al peronismo de izquierda en Argentina. Entiende el voto a Milei y por eso le preocupa el futuro de Cuba: teme que “vengan partidos de derecha de Miami, vendan el país y nos convirtamos en Puerto Rico, como están haciendo acá”. Para Daniella, “el peronismo y el castrismo hicieron promesas inconclusas” y Milei llegó al poder como “resultado de años de descontento que han llevado al voto bronca a salir por la ultraderecha en lugar de por la izquierda”.

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