Superado el lógico bajonazo que le entró al saber que Ferrari iba a prescindir de él el año que viene para incorporar a Lewis Hamilton, Carlos Sainz ha hecho exactamente lo que tenía que hacer: poner en evidencia que la Scuderia, una vez más, o tiene la mirilla desviada o sigue atenazada por las tramas políticas internas que han impedido que celebre un título desde aquel que Kimi Raikkonen se llevó, de rebote, hace casi dos décadas (2007). De los cuatro grandes premios celebrados en lo que va de curso, Max Verstappen ha ganado tres. El otro se lo llevó Sainz, en Australia, donde logró el más difícil todavía, al estar todavía convaleciente de la operación de apendicitis a la que se había sometido 15 días antes. A las puertas de la quinta parada del calendario, que se celebra este domingo en Shanghái (09.00, Dazn), el español ocupa la cuarta plaza de la tabla general, con solo cuatro puntos menos que Charles Leclerc (tercero), su vecino de taller en el equipo de los bólidos rojos. El margen a favor del monegasco se explica únicamente a partir de la ausencia de Sainz en Arabia Saudí, donde se perdió la carrera al tener que ser operado de urgencia. En las otras tres citas terminó por delante de Leclerc.

Hace tiempo que el madrileño exhibe su mejor versión, esa que le convierte en el único capaz de ganar a pesar de no ir metido en un Red Bull. Además de en Melbourne, también lo consiguió la temporada pasada, en Singapur. Y no hay mejor momento que este para sacarla, habida cuenta de que es ahora cuando se confecciona la parrilla del futuro a corto y medio plazo. A sus 29 años, Sainz todavía no sabe dónde correrá en 2025, pero sí pueden intuirse sus prioridades. La principal, ponerse al volante del prototipo más competitivo de entre los disponibles. Todo lo demás se convierte en secundario. El piloto tiene desde hace tiempo una oferta en firme de Audi, que el mes pasado completó el proceso de adquisición de Sauber, y que tiene previsto debutar como fabricante en el Mundial de Fórmula 1 en 2026. Hasta entonces, la estructura de Hinwil competirá como lo hace actualmente, circunstancia que genera algunas dudas alrededor de la competitividad del monoplaza de 2025.

A estas alturas, Sauber ocupa la penúltima plaza de la estadística reservada a los constructores, mientras que Guanyu Zhou y Valtteri Bottas, figuran el 16º y el 20º, respectivamente, en la de corredores. A pesar de la presión de Audi, que le presentó a Sainz una fecha límite que ya hace semanas que caducó, EL PAÍS entiende que el silencio de ambas partes indica que el hijo del bicampeón del mundo de rallies (1990 y 1002) ha decidido jugársela para intentar hacerse con un Red Bull o un Mercedes. Una declaración de intenciones que supone un riesgo, que el muchacho está dispuesto a asumir. La renovación de Fernando Alonso con Aston Martin, anunciada la semana pasada, y el hecho de que el compañero del asturiano sea Lance Stroll, el hijo del dueño de la formación de Silverstone (Gran Bretaña), hace difícil imaginarse un dúo español en el garaje de los coches verdes.

“Mis mejores alternativas todavía están abiertas, y eso es positivo. Dada la situación del mercado, hay que esperar un poco para que [los equipos] decidan. En las últimas semanas no ha cambiado nada”, comenta Sainz, desde China. “La incertidumbre no está afectando a mi rendimiento, pero, cuanto antes saques todo eso de tu cabeza, mejor”, añade el todavía piloto de Ferrari.

Si Audi tiene prisa, Red Bull y Mercedes se lo toman con toda la calma del mundo para elegir quién acompañará a Verstappen y George Russell. Según Helmut Marko, una de las figuras clave en la marca del búfalo rojo, la “lucrativa” oferta que Audi le ha hecho a Sainz dificulta su regreso a la compañía que le hizo debutar en la F1, en Toro Rosso (2015), precisamente al lado del actual campeón. “Estamos hablando con Carlos, que está completando su mejor temporada en la F1. Pero tiene una oferta muy lucrativa de Audi, que no podemos igualar”, advirtió Marko, que juega sus cartas pero que ya sabe que el elemento económico nunca sería un obstáculo para Sainz, que ha decidido darle más relevancia a la velocidad que a la chequera.

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