El Banco Central Europeo (BCE) ha decidido este jueves dejar intactos los tipos de interés en el 4,5%, según ha informado la entidad presidida por Christine Lagarde en un comunicado. El Consejo de Gobierno de la autoridad monetaria ha optado por ignorar las señales de frenazo económico que llegan de Francia y Alemania y, por tercera vez consecutiva, ha mantenido el precio del dinero en máximos para aplacar una inflación que sigue deshinchándose más rápido de lo previsto. “Al margen de un efecto de base alcista sobre la inflación general relacionado con la energía, la tendencia a la baja de la inflación subyacente ha continuado y las subidas anteriores de los tipos de interés siguen transmitiéndose con fuerza a las condiciones de financiación”, ha reconocido la entidad. En solo un año, el IPC pasó del 9,2% al 2,9%. Lagarde comparece en una rueda de prensa desde las 14.45 para dar cuentas de los acuerdos adoptados en la primera reunión del año del consejo del Eurobanco.
La jefa del BCE vuelve a verse acorralada por el dilema de elegir entre mantener la mano dura contra la inflación y abrirla para no ahogar el crecimiento económico. A pesar de que la crisis del Mar Rojo está elevando los precios de los fletes, el proceso de desinflación parece seguir su curso gracias a que las tarifas energéticas siguen a raya. En cambio, los malos datos de actividad con el que han empezado el año las dos principales economías europeas apuntan a que el Viejo Continente debe volver a lidiar con el gran problema que ya acusaba antes del estallido de la pandemia. Es decir, el crecimiento económico.
La oficina estadística Eurostat publicará la semana que viene el dato sobre el Producto Interior Bruto (PIB) de la zona euro del cuatro trimestre. En caso de ser negativo, los países de la moneda única entrarían en recesión. Pero con independencia de la estadística, de nuevo soplan aires de frenazo económico. Y estos llegan de París y, sobre todo, de Berlín. Si la semana pasada los índices de S&P Global apuntaban a un deterioro de la actividad en Alemania, este jueves han sido los empresarios del país los que han expresado su pesimismo. “La economía está atascada en la recesión”, ha advertido el influyente instituto económico alemán Ifo.
Los halcones han defendido hasta ahora que la economía europea podía permitirse un aterrizaje suave con un mercado laboral fuerte. Sin embargo, los organismos internacionales coinciden en dibujar un crecimiento muy mediocre a medio plazo, del 0,7% en 2024 y el 1,2% en 2025, según el FMI. Los analistas advierten, no obstante, del riesgo de que la economía descarrile. Y con los países en pleno proceso de enderezar sus cuentas y el BCE reduciendo su balance de deuda, la única palanca es mover los tipos de interés. Y el BCE se resiste a empezar a bajarla al fijar como principal objetivo el retorno de la inflación al objetivo del 2%. “Sobre la base de su evaluación actual, el Consejo de Gobierno considera que los tipos de interés oficiales del BCE están en niveles que, mantenidos durante un período suficientemente largo, contribuirán de forma sustancial a este objetivo”, agrega el comunicado.
Los mercados empiezan a ver las orejas al lobo y creen que el BCE cederá a los temores de los mercados y bajará tipos más pronto que tarde. “La actividad es ahora débil y el estímulo exterior se ha reducido, como sugiere la caída del comercio internacional. Por consiguiente, a falta de estímulos fiscales, y dado que debemos ser más autónomos en la expansión de nuestra economía, la única solución para apoyar el crecimiento y el empleo es bajar los tipos de interés”, advierte Phlippe Waechter, economista jefe de Ostrum AM. Aun así, echando mano de la diplomacia, Lagarde admitió por fin recientemente que es “probable” que empiece a bajar tipos. Y acto seguido, echó agua al vino: a partir de verano.
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