La emboscada de Tongo Tongo (Níger), el 4 de octubre de 2017, en la que murieron cuatro soldados estadounidenses, suscitó un fuerte debate en la Administración de Donald Trump sobre la presencia y el tamaño de su contingente en África. Fue la mayor pérdida de uniformados en el continente desde la batalla de Mogadiscio (Somalia), en 1993. Casi siete años después de la matanza en suelo nigerino, perpetrada por la rama saheliana del Estado Islámico, no es Estados Unidos quien se plantea mantener o retirar a sus soldados, sino que son los países de la región los que han pedido a los militares foráneos que hagan el petate y se marchen. Después de que las juntas militares de Malí, Burkina Faso y Níger expulsaran el pasado año a las fuerzas francesas de su territorio tras su acercamiento a Rusia, ahora es el turno de EE UU.

Esta semana, las autoridades de Níger y del Gobierno de Joe Biden se han citado para discutir el modelo y calendario de la retirada del millar de militares estadounidenses desplegados en esta nación africana. Casi en paralelo, el ejército de Chad ha exigido el cese de las actividades estadounidenses, en este caso, en la base aérea de Adji Kosseï, junto al aeropuerto de Yamena, la capital del país, a tan solo dos semanas de la celebración de elecciones generales.

Los esfuerzos diplomáticos de Washington para mantener a sus soldados en el Sahel no parecen dar sus frutos. Este jueves, la embajadora del país en Níger, Kathleen Fitzgibbon, y el general Kenneth Ekman, responsable de estrategia y programas del Mando para África de EE UU (Africom), mantuvieron un encuentro en Niamey, la capital de Níger, con miembros de la junta militar en el que abordaron finalmente la salida de las tropas estadounidenses. El general Patrick Ryder, portavoz del Pentágono, confirmó los contactos.

El pulso entre las autoridades nigerinas y estadounidenses ha durado meses. Tras el golpe de Estado de julio de 2023, Washington congeló su misión militar de apoyo a la lucha antiyihadista, pero intentó mantener a toda costa su presencia en Níger, clave en su estrategia de seguridad en África. Sin embargo, tal y como ocurriera en Malí y Burkina Faso, la firma de acuerdos con Rusia era una línea roja para Washington. Por ello, las autoridades nigerinas decidieron romper el pacto que los mantenía unidos y comenzar el proceso para expulsar a las tropas estadounidenses.

Instructores rusos

“Como parte de las discusiones en curso desde julio de 2023, no hemos podido llegar a un acuerdo con el CNSP [Consejo Nacional para la Protección de la Patria, nombre bajo el que gobierna la junta militar en Níger] para continuar esta cooperación en materia de seguridad de una manera que satisfaga las necesidades y preocupaciones de cada parte”, informó este jueves en una nota la misión diplomática de EE UU en Niamey. El pasado 11 de abril, ya con la salida de los militares estadounidenses sobre la mesa, la televisión estatal nigerina informó de la llegada de los primeros instructores rusos junto a equipamiento enviado por Moscú, entre el que había sistemas de defensa antiaérea. Africa Corps, unidad del Ministerio de Defensa ruso sucesora del grupo mercenario Wagner, confirmó la llegada al país de sus hombres.

Occidente considera que Malí, Burkina Faso y Níger, tras años de asistencia militar en el combate a grupos yihadistas e insurgentes con resultados muy cuestionables, han caído bajo la influencia rusa. Así, la próxima batalla diplomática se libra en Chad. Este país, con oro y crudo bajo su suelo, se considera clave porque alberga la última gran base militar francesa en la región —Francia tiene desplegados en al menos tres emplazamientos a un millar de soldados— y se perfila como la alternativa a Níger para las tropas estadounidenses en su estrategia de lucha contra el terrorismo yihadista en el Sahel y la región del lago Chad. Por ello, Rusia está moviendo también aquí los hilos para ganarse el favor del régimen chadiano. El país, además, atraviesa un convulso periodo tras el golpe de Estado de 2021 liderado por el general Mahamat Idris Déby, quien se hizo con el poder a la muerte de su padre, Idris Déby, mientras combatía contra un grupo rebelde.

El próximo 6 de mayo, Chad celebra elecciones presidenciales en las que el máximo favorito es, precisamente, Mahamat Idris Déby. El régimen de transición ha intensificado sus contactos en los últimos meses no solo con Malí, Níger y Burkina Faso, los tres miembros de la recién creada Asociación de Estados del Sahel (AES), sino directamente con Rusia. El propio Déby mantuvo una amistosa reunión con Vladímir Putin el pasado 24 de enero en Moscú. En una reciente entrevista a Radio France International, admitió que ambos habían hablado de cooperación militar y aseguró que Chad es soberano para elegir aliados. “Tenemos la intención de trabajar con todas las naciones del mundo que nos respetan y que quieran trabajar con nosotros respetándose mutuamente”, dijo.

El pasado viernes, medios afines a Moscú, entre ellos la agencia African Initiative, acusada por EE UU de ser una herramienta de desinformación al servicio del Kremlin, aireaban una carta del general de las Fuerzas Aéreas chadianas Idriss Amine Ahmed en la que informaba al Ministerio de Defensa de su país de que había pedido al agregado de Defensa estadounidense en Niamey “la suspensión inmediata de las actividades” de EE UU en la base de Adji Kosseï. “Le pedimos”, decía el mando militar en su misiva, “que interceda ante quien corresponda para advertir a los estadounidenses de que hemos tomado la decisión de detener su actividad”. Amine Ahmed argumentaba que, tras requerir documentos a Washington, no habían encontrado justificación alguna a su presencia en la base localizada en el centro de Yamena. Washington cuenta con alrededor de un centenar de uniformados en el país.

Negociación con Yamena

Preguntado por EL PAÍS, el Departamento de Estado estadounidense señala que sus “despliegues militares en el extranjero operan por invitación y con el apoyo y la asociación de la nación anfitriona”. El ministerio, dirigido por Antony Blinken, admite que está en conversaciones con las autoridades chadianas en torno al acuerdo en materia de seguridad entre los dos países —no solo incluye labores antiterroristas, sino también la formación militar—. “Mientras Chad se concentra en prepararse para sus elecciones”, afirma este departamento en un mensaje, “anticipamos consultas sobre los parámetros de nuestra cooperación en materia de seguridad después de los comicios”.

Con o sin acuerdo entre las partes, el general Patrick Ryder manifestó este jueves, según recoge la agencia Reuters, que el alto mando norteamericano ha dado luz verde, al menos de forma temporal, al traslado de varias decenas de fuerzas especiales hasta ahora estacionadas en Chad a la base en Alemania (Stuttgart-Möhringen), donde tiene cuartel general el Africom. El temor a que este país caiga también en la órbita de Putin obedece además a una cuestión geopolítica clara: permitiría la conexión terrestre entre República Centroafricana y Sudán, donde los mercenarios de Wagner han estado operando desde hace años, con sus nuevos aliados Níger, Malí y Burkina Faso, creando un cinturón de influencia rusa a lo ancho de todo el continente.

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