Una de dos: Pedro Sánchez está siendo sincero –cuesta creerlo y se lo ha ganado a pulso– y la investigación a su mujer le ha llevado al límite o es un artista que exhibe el último golpe de efecto de un repertorio sin fin.

Resulta curioso, por decirlo de una manera suave, que Sánchez se erija ahora como víctima suprema de un insoportable clima político que él mismo ayudó a construir desde su escaño y sobre el barro, cuando pasó por alto decisiones judiciales varias para, por ejemplo, arremeter contra el hermano y el novio de la presidenta madrileña, Díaz Ayuso.

Ahora, el mundo gira y le toca tragar a él, con la investigación judicial sobre los asuntos de su mujer. La oposición, obvio, huele sangre y se ha lanzado a degüello, mientras el socialismo casi reclama una peregrinación popular que salve a su mesías de la crucifixión.

Cosas de esta España donde la presunción de inocencia hace tiempo que dejó de ser una especie en extinción. Ya ni existe. Veremos el lunes, día de San Pedro Mártir por cierto. Sí, en serio.

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