“Aceptar no es conceder”. Estas palabras que Shakespeare puso en boca de Lady Anne han guiado a las actrices Inma Nieto y Elisabet Gelabert en su objetivo de dinamitar la historia de la joven viuda descrita por el autor inglés en su obra Ricardo III para indagar en la vulnerabilidad de las actrices y su papel en el teatro, en los abusos de poder y el consentimiento.

Amigas y colegas desde hace casi treinta años, cuando coincidieron en el espectáculo Entremeses, con el que José Luis Gómez inauguró el Teatro de la Abadía de Madrid en 1995, estas dos intérpretes de sólida trayectoria en los escenarios españoles han cumplido su sueño de crear una compañía propia, Las Hijas de Eva, ya cumplidos los 50 años (Nieto tiene 55 y Gelabert 52), con la que quieren visibilizar en los escenarios la mirada femenina. Este jueves presentan precisamente en la Abadía su primera producción, Lady Anne.

“Partimos de una necesidad. Es verdad que hemos avanzado mucho, pero queda mucho camino por recorrer. Cuando cumples una edad es más complicado abordar ciertos trabajos o participar en ciertos proyectos. Hemos sido borradas en muchas ocasiones y lo que pretendemos es generar proyectos en los que haya un espacio para expresarnos como mujeres”, aseguran casi al unísono. Inma Nieto se estrena también como autora y directora de la obra, que interpreta en un brillante duelo frente a Elisabet Gelabert.

En el texto original de Shakespeare, el malvado Ricardo III, tras haber asesinado al marido y al suegro de Lady Anne, tiene la osadía de cortejar a la viuda y pedirle matrimonio en el funeral de su víctima. Ella acepta, pero asegura a continuación: “Aceptar no es conceder”. “Esta frase maravillosa me ha taladrado desde hace tiempo. Es una escena muy interesante para descifrar. Quería cambiar las fichas y ponerla a ella en el centro. Observar esta situación desde un lado femenino me parecía un cóctel explosivo y apasionante, y más en estos momentos que corren, en los que solo sí es sí, pero a veces sí también es no o, también a veces sí fue no”, asegura Nieto. Gelabert añade: “Ahora mismo no puede haber una frase más actual que esa de ‘aceptar no es conceder’, con el tema del consentimiento que no tenemos resuelto”.

En un encuentro organizado por este periódico, tras un ensayo en el mismo lugar en el que nacieron y crecieron como intérpretes, estas dos actrices confiesan sentirse poco representadas como mujeres en el teatro, a pesar de calificarse de “muy afortunadas” por el trabajo de todos estos años. No en vano, las dos han recorrido los escenarios, también el cine y la televisión, con multitud de montajes de grandes autores clásicos y contemporáneos. “Últimamente, no encuentro un espacio para mí en el teatro y siento que, de alguna manera, me están excluyendo”, dice Gelabert mientras Nieto advierte: “Muchas veces nos hemos juzgado demasiado severamente y por eso es importante, no solo por nuestras abuelas y nuestras madres, también por nuestras hijas, salir a visibilizarnos y decirnos a nosotras mismas que ‘claro que se puede’ y a cualquier edad”.

Las Hijas de Eva tiene ya proyectos de futuro: su aventura continuará nada menos que con el mito de Medea. “Ha llegado el momento de que contemos la historia como mujeres, nuestra historia. Hemos estado mucho tiempo escondidas”, reflexiona Gelabert. “La historia y el arte han sido contados por hombres. Hay que luchar contra los referentes y los lenguajes masculinos”, dice Nieto.

Lady Anne transcurre durante una imaginaria jornada de ensayo de dos actrices. Es un espacio y un tiempo en los que, aseguran, los actores se sienten muy vulnerables, dubitativos, perdidos y temerosos, pidiendo a gritos la complacencia del director. Comienza mal: la actriz que interpreta a Lady Anne (Elisabet Gelabert) llega tarde, corriendo y con el pelo empapado. Allí espera un déspota y severo director de escena (no directora), al que da vida Inma Nieto, que también se pondrá en la piel de Ricardo III. A partir de ahí, con intriga y humor, los universos de la realidad y de la ficción de Shakespeare se van enredando.

¿Han sufrido a muchos directores déspotas a lo largo de su carrera? “Sí. Matizado y con muchas capas, pero sí, aunque por parte de mujeres también”, responde Gelabert. “En treinta años de carrera solo he sido dirigida una vez por una mujer. Con directores he tenido de todo, a veces sí he sufrido situaciones violentas y desagradables”, añade Nieto.

Las dos abundan en la complejidad de la figura del director de escena, con un poder absoluto, que se convierte en una mezcla de amo, amigo, padre, amante, alguien del que buscas su aprobación. Y ahí está el ejemplo de la denuncia de 14 mujeres contra el dramaturgo Ramón Paso por agresiones sexuales. “Es inadmisible que siga pasando. Admiro la valentía de estas mujeres que denuncian y las apoyo absolutamente” asegura Nieto. Su compañera señala que la unión es la clave para perder el miedo a denunciar. “Es tristísimo que a estas alturas esa caspa teatral que habíamos visto en los años 60 y 70 con los destapes, en castings en los que tenías que enseñar las piernas, siga existiendo. Es un absoluto abuso de poder”, dice Gelabert.

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