Con ricos personajes e intrépidos misterios, A. J. Finn formula sus novelas policíacas de tal manera que resuenan allá donde llegan. «La mujer en la ventana» (2018) fue uno de los fenómenos editoriales de los últimos años, éxito que se multiplicó con su adaptación a la gran pantalla. Ahora, vuelve con más intriga, con una escalofriante historia y con múltiples referencias a Agatha Christie o Arthur Conan Doyle, en «El final de la historia» (Grijalbo). Esta obra consagra al estadounidense como autor clave en el thriller actual, y sigue los pasos de Nicky Hunter, profesora y crítica experta en la obra de Sebastian Trapp, reconocido novelista de misterio, a quien conocerá para contar su enigmática e incluso arriesgada historia.

¿La resaca del éxito de «La mujer en la ventana» ha influido en esta nueva escritura?

Ha sido un gran reto. No por las razones que la gente puede pensar. El proceso de escritura se dio en circunstancias muy diferentes a cómo escribí «La mujer en la ventana», que lo hice cuando trabajaba en la editorial que después compró los derechos, y escribía en mi tiempo libre. Pero con este he sido autónomo a tiempo completo, escritor, y necesité tiempo para desarrollar la disciplina necesaria y, sobre todo, para acabarlo.

En ese primer thriller un hilo conductor fue la importancia de valorar las enfermedades mentales. ¿Mantiene ese discurso?

Lo que más he agradecido del viaje de «La mujer en la ventana», más que estar en listas de best seller o de adaptaciones, ha sido la oportunidad de hablar a los lectores sobre la salud mental. Me sentía muy incómodo hablando de mi problema de bipolaridad, pero rápidamente me di cuenta del privilegio que era poder concienciar sobre este tema. Demostrar que una persona puede vivir con esos problemas y tener éxito profesional. En «El final de la historia» la historia no se centra en ello, pero los personajes sí tienen luchas con sus demonios personales: el duelo, la soledad, el pasado…

Hace referencias a Christie o Dumas, ¿qué aporta con ellas?

Este libro está dedicado a sorprender las expectativas. Invoco a muchos de los clásicos de las historias de misterio porque me encantan, pero porque también quiero hacer pensar a los lectores que se creen que saben más de lo que en realidad saben.

¿Qué momento vive el thriller?

Las novelas de misterio o thrillers, o de crímenes o detectives, como las llames, están siendo delegadas por géneros de fantasía o las comedias románticas. Porque en tiempos de dificultades políticas, los lectores tienden a alejarse de géneros oscuros. Pero los thrillers siempre van a tener un sitio importante para los lectores y en las listas de ventas. Y diría que ahora hay más demanda de misterios al estilo tradicional.

Si los gustos literarios están ligados a las cuestiones sociales, ¿qué hay de la actual sociedad sobreinformada?

Es muy fácil pensar que sabemos todo, sobre todo porque tenemos acceso a muchísima información, sea porque la buscamos, nos llega o nos la meten con cuchara. Entonces involucrarse en una historia de la que no necesariamente sabes todo es refrescante.

A Nicky Hunter le entra una fiebre detectivesca al querer escribir sobre la vida de Sebastian Trapp, ¿qué refleja?

La curiosidad es una cualidad muy atractiva en una persona, y también en un personaje. Hoy la gente centra su curiosidad por caminos más maliciosos, o digamos menos directos, sobre todo en Internet. Y eso no es útil salvo que quieras hacer daño.

«Más que las listas de best seller, lo que agradezco es poder hablar a los lectores sobre salud mental»

Con los móviles, ¿todos podemos ser detectives?

En cierto modo sí. Es algo aterrador. Porque muchas veces lo que descubrimos con un «click» no es fiable, si no llega a ser falso. Y normalmente los detectives no utilizan la información para propósitos dañinos.

Los personajes de su novela, por traumas o culpabilidades, se van corrompiendo. ¿Así ve al ser humano?

Me gusta la gente, y me gusta pensar que la mayoría es empática. Pero un fallo de la naturaleza humana es que estamos convencido de que tenemos razón en todo. Nos creemos nuestras propias historias y las que nos contamos sobre los demás. En este libro los personajes descubren que estaban equivocados, incluso sobre sí mismos.

Escribe que «tendemos a pensar que los escritores de novelas policíacas son asesinos en potencia, homicidas frustrados». ¿Es su caso?

Hay tantísimas personas a las que querría matar… ¡es broma! (Ríe). Es extraño, porque muchos de los escritores de novelas de misterio que conozco son personas felices, encantadoras. Más que otros escritores de otros géneros. A mí no me gusta retratar a nadie en mis libros que conozca personalmente, así que a nadie que haya matado en ellos ha venido de ninguna inspiración real. Sería algo pasivo, agresivo, incluso cobarde. Si quisiera matar a alguien lo haría y punto… ¡es broma otra vez!

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