Mientras Jannik Sinner y Tommy Paul alzan los brazos, vencedores en Halle y Queen’s, respectivamente, Andy Murray descansa ya sobre la cama, convaleciente, y el tenis mundial lamenta profundamente: el gran héroe británico de las dos últimas décadas no podrá despedirse de Wimbledon cuando en el horizonte se divisa ya su adiós, esos metros finales que suponen el cierre a 19 años de carrera en la élite, a tanto desafío y a tantísimas batallas sobre la pista. Guerrillero como pocos, el escocés. ¿El causante? Un quiste espinal que le ha obligado a pasar por el quirófano y que, además, pone en serio riesgo su participación en los Juegos Olímpicos de París, donde presumiblemente iba colgar la raqueta. Tal vez no sea posible.

El bonito adiós con el que soñaba Murray, ganador del grande londinense en 2013 y 2016, sigue empañándose y a la dolorosa escena de esta semana en Queen’s —donde tuvo que abandonar a raíz del dolor y de la pérdida súbita de fuerza en la pierna derecha— se añade ahora esta renuncia forzada a competir por última vez en el All England Club. “No tenía coordinación, no podía moverme. Al subir las escaleras perdía el control. No sé exactamente cuál es el problema. Solo sé que esto no es algo que no haya experimentado antes”, describía el miércoles, después de ser atendido por los médicos y de haber tenido que retirarse en la segunda ronda de Queen’s, donde ostenta el récord de títulos (5) por delante de John McEnroe (4). No pudo despedirse en condiciones del torneo ni tampoco podrá hacerlo de Wimbledon, donde triunfó en 2013 y 2016.

Los problemas de Murray con la espalda no son nuevos; de hecho, los arrastra desde hace una década. Sin embargo, nunca le habían conducido al quirófano, como sí lo hizo la cadera. Tras una doble intervención por la artrosis y un primer amago de retirada, en 2019, el de Dunblane ha continuado compitiendo y guerreando entre los cien mejores del ranking, pero muy alejado ya de aquella versión que le permitió plantar cara y enredar a los tres gigantes. A comienzos de este curso ya deslizó que este verano seguramente pondría el broche a su trayectoria, pero esta última lesión agrisa la recta final. Según informa el diario The Telegraph, el tiempo de recuperación podría ser de seis semanas, por lo que llegaría entre algodones a la cita olímpica de París.

Desde Reino Unido se especula con la posibilidad de que pueda participar en la modalidad de dobles junto a su hermano, Jamie, o bien de que se retire finalmente en el US Open de Nueva York, donde conquistó su primer grande (2012) tras una final memorable contra Novak Djokovic. Sin embargo, todo queda en el aire. El castigado cuerpo del escocés demanda definitivamente una tregua, toda vez que esta temporada ya tuvo que permanecer un par de meses en la reserva como consecuencia de la rotura de varios ligamentos del tobillo izquierdo, en Miami, marzo. Desde entonces, su actividad refleja tres primeras rondas (Ginebra, Roland Garros y Stuttgart) y el paso por el challenger de Burdeos.

Expansivo Sinner

Ganador de 46 trofeos y con 1.001 partidos a las espaldas, el martes fue capaz de imponerse al australiano Alexander Popyrin en tres sets, pero al día siguiente, el quiste de la espalda afectó al nervio y apenas tenía estabilidad. Tras disputar cinco juegos contra Jordan Thompson, abandonó. “Es muy decepcionante para Andy que este fuera potencialmente su último Queen’s, su último Wimbledon y sus últimos Juegos Olímpicos, y que exista la posibilidad de que eso no suceda”, comentaba su hermano Jamie a la BBC. “Aunque hayan parecido ir bien, los últimos años han sido muy duros. Ha habido muchos días en los que entrenar y todo eso no eran demasiado divertido, pero he intentado superarlo y encontrar la forma para estar en la pista. El tenis es un deporte muy, muy duro”, sintetizaba él, 129ºdel mundo y doble oro olímpico en individuales (2012 y 2016).

No estará Murray en la gran cita sobre césped, por donde asomará un Sinner expansivo. El italiano, de 22 años, festejó este domingo el primer título de su carrera en hierba (7-6(8) y 7-6(2) a Hubert Hurkacz) y se postuló de cara al major inglés, reafirmándose como el mejor jugador de esta campaña. Ha conseguido ya cuatro premios —Australia, Róterdam y Miami antes— e independientemente de lo que ocurra en Wimbledon, retendrá el número uno que defiende desde su paso por Roland Garros. Se une, además, al exclusivo club de aquellos que lograron ganar el primer torneo una vez alcanzado el trono; le precedieron Jimmy Connors (1974), Björn Borg (1979), Mats Wilander (1988), Stefan Edberg (1990), Pete Sampras (1993), Novak Djokovic (2011) y el propio Murray (2016).

El estadounidense Tommy Paul, por su parte, batió a Lorenzo Musetti en la resolución de Queen’s (6-1 y 7-6(8) y su compatriota Jessica Pegula y la kazaja Yulia Putintseva se coronaron en las citas de Berlín y Birmingham, al vencer a Coco Gauff (7-5 y 7-6(2) y Ajla Tomljanovic (6-1 y 7-6(8) de manera respectiva. La catalana Paula Badosa superó a Arantxa Rus (6-4 y 6-1) en su estreno en Bad Homburg (Alemania).

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