Después de un par de semanas de tiras y aflojas, críticas, órdagos y negociaciones, los lideres de los Estados miembros de la UE respaldaron este jueves por la noche la designación de la nueva cúpula para la próxima legislatura europea: la conservadora alemana Ursula von der Leyen para repetir en la presidencia de la Comisión Europea, el ex primer ministro socialista portugués Antonio Costa para el Consejo Europeo y la primera ministra liberal de Estonia, Kaja Kallas, como alta representante para Política Exterior y Seguridad. Se ha dado luz verde a esta fórmula sin el apoyo de la primera ministra italiana, la ultraderechista Giorgia Meloni, que se abstuvo con Von der Leyen y votó contra los otros dos designados para mostrar su oposición a un proceso en el que se la ha ignorado como se ha aislado a su familia política europea ultra. Los tres nombramientos —solo Costa no necesita la confirmación del Parlamento Europeo— cumplen un equilibrio de género, político y regional.

Von der Leyen

Y a los 100 días de llegar al cargo, llegó la primera crisis. En marzo de 2020, cuando Ursula von der Leyen empezaba a hacerse al cargo de presidenta de la Comisión Europea, la pandemia de covid-19 sacudió el mundo. La crisis sanitaria y la respuesta europea sin precedentes marcaron la legislatura y el mandato de la conservadora alemana, de 65 años, la primera mujer al frente del Ejecutivo comunitario, y que este jueves ha recibido el espaldarazo de los líderes de los 27 Estados miembros para seguir cinco años más en el puesto en un momento convulso en Europa y en el mundo.

Cuando, en 2019, al saltar por los aires la negociación sobre los altos cargos de la UE que los líderes habían configurado, se puso sobre la mesa el nombre de Von der Leyen para encabezar la Comisión, una antigua médica ministra de Defensa en Alemania con el Gobierno de Angela Merkel, muchos no habían oído hablar de ella. Hoy es uno de los rostros más conocidos de Europa. En los últimos cinco años, crisis tras crisis, la Unión ha ido rompiendo tabúes —las compras conjuntas de vacunas, el fondo de recuperación para amortiguar las consecuencias de la pandemia, medidas sobre energía inéditas— y ha cambiado para siempre. Sobre todo después de que Rusia lanzara la invasión a gran escala sobre Ucrania, en febrero de 2022, y Europa accediera a financiar armamento con un fondo intergubernamental europeo.

Esa situación de alerta permanente ha marcado su forma de encabezar la Comisión Europea, con escasas decisiones colegiadas, ignorando muchas veces el criterio de los comisarios, excediendo competencias y atribuyéndose logros del equipo, apuntan varias fuentes comunitarias. Es la crítica habitual a Von der Leyen y su estilo de toma de decisiones.

También recibió comentarios muy duros por su controvertido viaje a Israel tras los atentados de Hamás del 7 de octubre. Allí, el día que el ejército israelí lanzaba la ofensiva militar sobre Gaza en respuesta a los ataques terroristas, Von der Leyen se vio con el primer ministro, Benjamín Netanyahu, y no mencionó las vulneraciones de la ley internacional humanitaria ni la protección de los civiles de la Franja. Algunos creen que prevaleció su mentalidad alemana de adhesión casi incondicional a Israel. Ella asegura que el viaje sirvió para situar a la UE en el plano de las conversaciones con Israel y aumentar su influencia diplomática.

La alemana, que ha sido candidata principal de su familia política, el Partido Popular Europeo (PPE), para encabezar, de nuevo, la Comisión Europea se enfrentará ahora, tras el respaldo de los líderes, a una votación en el pleno de la Eurocámara. La votación, previsiblemente en julio, en un proceso secreto, no está hecha.

Si la supera, Von der Leyen se enfrenta a una legislatura convulsa, con la agresión de Rusia contra Ucrania que se alarga, la guerra de Israel en Gaza que amenaza con extenderse por la región, el empuje de una China cada vez más asertiva y el proteccionismo de Estados Unidos. También, la hipotética vuelta del populista republicano Donald Trump a la Casa Blanca, que puede empeorar la relación de Estados Unidos con la UE y la amenaza de los populismos y la extrema derecha euroescéptica (incluso eurófoba), que ha dejado tocadas a Alemania y a Francia y ha subido en gran parte de Europa. Von der Leyen se ha presentado como la mejor baza en estos tiempos turbulentos, la baza de la estabilidad y la continuidad. Y ha prometido llevar una agenda con las prioridades fijadas en la competitividad, la defensa, la seguridad y la gestión migratoria.

Costa

António Costa (Lisboa, 63 años) conoce a la perfección los entresijos del Consejo Europeo después de participar en él como primer ministro de Portugal durante los últimos ocho años. Una ventaja para encarar su mandato en tiempos políticos agitados en Europa por la guerra y el empoderamiento populista. Al conocimiento suma habilidad política. Casi todos, adversarios incluidos, le reconocen pragmatismo y talento para el pacto. Su nombramiento también equilibra el peso político en Bruselas, más escorado hacia el Este tras la ampliación y la guerra en Ucrania. La pérdida de peso del frente atlántico, en el que sitúa a Portugal y España, entre otros, es una preocupación que ha expresado a veces.

Afiliado al Partido Socialista desde la adolescencia y licenciado en Ciencias Jurídicas y Políticas, Costa dio su mayor prueba de flexibilidad en 2015. A pesar de ubicarse en el ala moderada de la socialdemocracia, llegó a un acuerdo con el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista Portugués para presentar una moción de censura contra el conservador Pedro Passos Coelho, que había ganado las elecciones, y convertirse en primer ministro. Aquel acuerdo parlamentario rompía el dique que siempre había separado las aguas de la izquierda en Portugal y evidenció que era un negociador sin tabúes. Poco después inauguró una etapa de relaciones estrechas con el presidente conservador Marcelo Rebelo de Sousa, al que facilitó la reelección para su segundo mandato en detrimento de la aspirante socialista, Ana Gomes.

Sus dos primeras legislaturas fueron bien valoradas y le permitieron mejorar los resultados electorales hasta lograr, en 2022, una mayoría absoluta histórica que, paradójicamente, estuvo salpicada de sobresaltos. El 7 de noviembre de 2023 dimitió como primer ministro tras una operación de la Fiscalía en la que se detuvo, entre otros, a su jefe de gabinete y se imputó a su ministro de Infraestructuras. Además, se anunció una investigación del Tribunal Supremo sobre Costa para aclarar su papel en la aprobación de proyectos empresariales. El caso se ha ido desdibujando al llegar a otras instancias judiciales, que no han apreciado indicios “ni fuertes ni flacos” que apunten hacia irregularidades del ex primer ministro. Esto ha propiciado que los socialistas europeos, encabezados por Pedro Sánchez y Olaf Scholz, le hayan apoyado sin fisuras para la terna que presidirá las instituciones comunitarias el próximo mandato, aunque la investigación sobre él no se ha cerrado.

En Portugal lo ha sido casi todo: diputado, secretario de Estado, ministro y alcalde de Lisboa. El único cargo que ha asegurado que no le interesa es la presidencia de la República. En los últimos años era un secreto a voces que ambicionaba dar un salto a Europa. Ha cultivado relaciones con líderes políticos de distinto signo, de las alemanas democratacristianas Ángela Merkel y Ursula von der Leyen al primer ministro ultraconservador húngaro, Viktor Orbán, y ha tomado decisiones de política nacional, como un férreo control presupuestario, más apreciadas en Bruselas que en Portugal por su impacto sobre los servicios públicos.

Kallas

La primera ministra de Estonia, la más desconocida de los tres nombres pactados este jueves, asumirá en la próxima legislatura europea el mando del servicio diplomático de la UE. Nacida en la Unión Soviética, Kaja Kallas (Tallin, 47 años) creció en una familia ligada al nacionalismo estonio y profundamente marcada por los traumas del estalinismo. Su madre, su abuela y su bisabuela fueron deportadas a Siberia en vagones de ganado en los años cuarenta. Su bisabuelo fue uno de los fundadores de la República de Estonia en 1918, y su padre, tras la caída del comunismo, dirigió el banco central durante la transición de la economía soviética a la de mercado y fue el primer ministro que pilotó el ingreso de la república báltica en la OTAN.

Abogada especializada en derecho de la competencia y comunitario, Kallas se afilió al liberal Partido Reformista en 2010. En enero de 2021, tras pasar cuatro años como eurodiputada, se convirtió en la primera mujer al frente de un Gobierno del país báltico. Ferviente europeísta y con un marcado perfil antirruso, Kallas ha ganado peso en Bruselas desde el inicio de la guerra en Ucrania. La mandataria ha concedido en los últimos dos años innumerables entrevistas a medios europeos en las que ha abogado por redoblar el apoyo militar a Kiev y la adopción de sanciones aún más duras contra su vecino imperialista.

Kallas insiste en que Rusia lleva a cabo “una guerra en la sombra” con Occidente y rechaza de plano cualquier salida negociada a la guerra que implique ceder territorio a Moscú a cambio de paz. La futura sucesora de Josep Borrell como alta representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad ha reiterado en diversas ocasiones que si Rusia no sufre una clara derrota en Ucrania, atacará a otro país del este de Europa en los próximos años. El pasado febrero, Moscú declaró a Kallas en busca y captura por la demolición de monumentos soviéticos en Estonia.

A pesar de las turbulencias económicas, Estonia ha duplicado el gasto en Defensa durante los tres años y medio en los que Kallas ha estado al frente del Ejecutivo. La república báltica, además, se ha convertido en el miembro de la UE que más ayuda ha donado a Ucrania y el que más refugiados del país invadido ha recibido en relación a su población (1,3 millones de habitantes).

Sus detractores en Bruselas critican su actitud “belicista” y su escasa experiencia en asuntos relacionados con Latinoamérica o África. En Estonia, su popularidad ha caído en los últimos meses, después de que la radiotelevisión pública revelara que una empresa vinculada a su marido había mantenido negocios —legales— en Rusia durante la guerra. En las elecciones europeas de este mes, su partido perdió uno de los dos escaños que tenía en la Eurocámara y obtuvo el peor resultado en unos comicios desde 2009.

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