Han pasado los años y algunos éramos todavía unos adolescentes que observábamos el curso de la transición en España con curiosidad y un cierto grado de estupor. Todo nos venía grande a quienes no éramos más que espectadores y, de alguna forma, actores de los acontecimientos que se sucedían sin parar, y los televisores nos los ofrecían de igual forma que hoy nos brindan series, muchas de ellas absurdas, otras estupidizantes. Pero aquello era ver pasar delante de nuestros ojos el presente de la historia de España, que hoy recordamos con tanta añoranza como emoción. Sin embargo, ese sentimiento ha resurgido en esta semana con las paupérrimas celebraciones del décimo aniversario de la proclamación de Felipe VI como Rey, y, en medio de esa añoranza, a aquellos testigos del pasado se nos vino a la cabeza la escena de don Juan cediendo sus derechos dinásticos a su hijo don Juan Carlos diciendo “Señor, por España, todo por España, viva España, viva el Rey”, y no pudimos por menos que sentir cierta emoción cuando la Infanta Sofía y la Princesa Leonor hicieron un juvenil, atropellado e ingenuo brindis agradeciendo esa crianza en la consagración a España, en la educación institucional a la Heredera y en la conciencia de los valores de la Monarquía que tan bien ha defendido el actual Rey teniendo en cuenta las múltiples limitaciones que le han cortapisado de forma constante y hasta aplastante. No le arriendo la ganancia ni a él ni a sus hijas, cuya vida estará marcada siempre en las obligaciones que conlleva el haber nacido hijas del Monarca de un país en que las cosas se ponen cada día más difíciles para mantener la Institución.

No hemos tenido más que echar un vistazo a la parte de los invitados que representaban los poderes y los protagonistas de la manipulación a que están sujetos. El presidente y su imputada esposa, el fiscal general, el presidente del tribunal constitucional, la presidenta del parlamento, todos esos que significan la utilización y la facilitación del acceso al gobierno por parte de prófugos, corruptos y hasta terroristas, como así se está demostrando con las leyes que amnistían y dejan en el olvido todos los delitos de gentes indeseables para una buena y lógica marcha del Estado. El último, el de la ex ministra y prevaricadora en el caso de los ERE, Magdalena Álvarez, de tan triste recordación, cuya impunidad e indulto anunció Sánchez una semana antes de producirse en el inolvidable mitin de Benalmádena, donde aparecía de cuerpo presente su retocada e investigada cónyuge para ser aclamada por los adeptos al partido. El presidente del Constitucional santifica así el blanqueo de la corrupción de la individua, de la tal Magdalena, y anula los nueve años de inhabilitación a los que estaba condenada. ¡Qué vergüenza! Abomino de los peleles al servicio de Sánchez, modelo Pumpido o García Ortiz, que hacen inexistente la separación de poderes, confiriendo así al Estado una situación de chavismo, no sé si irreversible, pero sí insostenible.

CODA. 1) Google se ha cargado a Chomsky como ya ha ocurrido en otras ocasiones con otros personajes, intelectuales o no. Este me importa un poco más porque he sido ferviente seguidora cuando yo iba de intelectual menstruante y estudiaba a Saussure en clases de filosofía, siendo Chomsky, todavía vivo coleando, ferviente seguidor del lingüista suizo. 2) El primer ministro británico puede quedar fuera de la Cámara de los Comunes, incluidas tres cuartas partes de los miembros del actual gabinete después de las próximas elecciones del 4 de julio. Una derrota, sin duda, histórica. 3) Ayuso es una provocadora extraordinaria que se pasa por el forro lo de ser políticamente correcta otorgándole a Milei la medalla Internacional de la Comunidad de Madrid. Ella es así.

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