El escritor es abogado de comercio internacional y ex funcionario de la UE.
Frente a los desafíos de un mundo volátil, el impulso de Emmanuel Macron por la “autonomía estratégica” europea está ganando terreno en toda la UE. Pero la autonomía sólo es posible si el bloque es fuerte internamente. El crecimiento europeo es anémico, el mercado interno de la unión todavía está fracturado y las naciones del este y del sur dependen demasiado de la ayuda financiera de sus vecinos más ricos del norte. Estos son cimientos débiles sobre los cuales construir una “autonomía estratégica”.
Los fondos de la UE juegan un papel importante: son una forma de garantizar que los países no se queden atrás y un medio para consolidar el poder económico del organismo. Han ayudado a países como Irlanda a realizar un milagro económico. Pero en el caso de los países del sur (como España, de donde soy) los efectos de los fondos no han sido duraderos.
Estos países han experimentado períodos de crecimiento económico, pero tan pronto como surgen las dificultades, recurren a la generosidad de los demás, como sucedió a raíz de la crisis financiera de 2008 y también durante el comienzo de la pandemia. A pesar de las inyecciones regulares de fondos, el PIB per cápita de Italia es similar al del estado más pobre de Estados Unidos, Mississippi. España, Portugal y Grecia están muy por debajo.
Los políticos del Sur parecen haber renunciado a hacer que sus países sean autosuficientes. El expresidente del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, señaló recientemente que, en el debate sobre los fondos europeos, siempre se salta un paso: ¿de dónde va a salir el dinero? En países como el mío, eso se aplica no solo a la ayuda europea, sino al gasto público en su conjunto. Depender de los fondos de la UE está tan normalizado que el gobierno español se jacta de su “receta para la economía”. La receta es simple: una inyección de 37 000 millones de euros de fondos de la UE y muchos miles de millones más por venir.
Estos fondos no han tenido el efecto deseado en el sur de Europa porque a menudo se gastan mal. La UE se centra en las reformas económicas estructurales, pero pasa por alto la necesidad de acompañarlas en la gobernanza. El clientelismo político en países como España continúa afectando la forma en que se gastan los fondos. Y la burocracia montañosa significa que se dedica demasiado esfuerzo a la asignación de los fondos, en lugar de comprender si se están gastando bien.
Muchos europeos del norte se han frustrado con los compromisos fiscales de sus gobiernos con el sur. Pero nosotros en el sur también estamos frustrados. Las cosas están mejor que en el pasado, pero vemos con desconcierto cómo los fondos todavía se desperdician a veces sin la supervisión de la UE. En mi pequeño pueblo natal en la zona rural de Valladolid, que ha recibido 2,2 millones de euros en fondos, el ayuntamiento está financiando, entre otros proyectos, un festival de las flores y un festival de la luz. En Canarias, están utilizando 1,3 millones de euros para construir una instalación deportiva para un equipo de fútbol femenino, un excelente objetivo social, pero no necesariamente transformador desde el punto de vista económico.
La única forma de garantizar que los fondos se asignen a proyectos verdaderamente transformadores es garantizar la transparencia en tiempo real, de modo que las poblaciones locales puedan ejercer un mayor control. En la actualidad, la información es tan dispersa y compleja que un grupo de expertos especializado tuvo que usar “robots de raspado” de tecnología inteligente para darle sentido.
En nuestra era digital, ¿por qué la Comisión Europea no ha insistido en que los estados miembros establezcan portales abiertos con información precisa sobre los beneficiarios finales de la asignación de fondos? ¿Y por qué la Comisión no ha pedido a los miembros que documenten los resultados de sus proyectos en línea en tiempo real?
La autonomía estratégica seguirá siendo un sueño a menos que Europa logre un crecimiento económico sostenido. Tal crecimiento requiere la eliminación de las numerosas barreras que todavía existen en el mercado interior. Pero también requiere que todos los beneficiarios de la ayuda de la UE avancen hacia una mayor autosuficiencia fiscal. Recibir fondos de la UE debería ser un reconocimiento de necesidad, no una insignia de orgullo.