Me pregunto si el nuevo carnet, además del nombre y el número llevara fotografía, ¿será de la cara? Y reflexiono, queridos consumidores de porno. Tengo una amiga que opina y argumenta muy seriamente que una imagen del miembro viril es información de primera necesidad (para los intercambios humanos contemporáneos) y que debería estar impresa y bien visible en el documento nacional de identidad. Estoy de acuerdo.

Sin embargo, el siglo XXI ha recuperado el antiguo puritanismo centrado en lo que acontecía de cintura para abajo y lo ha extendido a principios nuevos, la mayoría insustanciales y segregacionistas donde el más sobrevalorado es, sin dudarlo, el sentimiento del tonto, para una mayor y mejor ganancia secundaria (y cada día más grosera) del gobierno.

Hoy, el mundo se divide, sin matices, entre buenos y malos, del mismo modo que los westerns se dividían entre indios y vaqueros, sin gradaciones ni tonalidades: de fondo, no perdamos de vista este horizonte, más control del Estado sobre nuestras vidas, la meta por antonomasia de cualquier fórmula socialista. Con un objetivo loable recortamos más libertades ¿Qué hay del número de respiraciones por minuto? Habrá que proteger el aire si somos muchos.

¡Julio 2024! de la nueva era; nos encontramos con el absurdo de tener que registrarnos para acceder a contenidos para adultos. El régimen de Sánchez impone un carnet digital con un bono de credenciales (pajas) válido durante un mes que permitirá entrar a los aficionados a espacios pornográficos tras identificarse (ya saben, en teoría quieren impedir que los menores accedan a este tipo de contenidos, aunque reconocen que «puede haber formas de circunvalar esta solución»).

Los onanistas se preguntan alarmados cuánto tardaremos en ver las primeras filtraciones de esa información sensible; desconfían de la buena fe del gobierno teniendo en su poder la capacidad de destruir la reputación de un desafecto o de un rival político. El gobierno de Sánchez se ha definido generosamente a lo largo de estos años, por lo que los temerosos piensan que es legítimo pensar que esto sea una versión sexual del «Gran Hermano» de George Orwell.

No me gusta el porno, ni lo frecuento, pero… Que el “aparato” sepa que se hacen ustedes pajas, ¿qué tiene de malo? ¡qué gazmoñería es esta! ¡Me pajeo, sí! ¿Y qué? ¿O el malestar proviene quizá del aspecto cuantitativo?

En efecto, con esta nueva iniciativa, tienen ustedes acceso a 30 pajas al mes, una al día o para glotones, 30 asaltos de una vez, si lo prefieren… Lo cierto es que al consumir las 30 “vidas”, la carroza se convertirá en calabaza, y aparecerá _supongo_ un holograma de la ministra diciéndote sonriente, de brazos cruzados: “español, has consumido tu cartilla de gallolamiento”.

Volviendo a la Paja mínima vital, me pregunto si tienen pensado cobrar una «tasa» por expedir el carnet, no en vano, la pornografía es el mayor negocio del mundo y uno de los más adictivos. A ojos de un mal pensado es una medida recaudatoria maestra, aunque a mí, pagar impuestos por un café ya me parece un abuso.

Si te haces muchas pajas, ¿te quitan puntos del carnet de conducir? Y ¿qué será lo próximo? ¿introducir la huella dactilar para poder leer los periódicos que no adulan las acciones del Estado?

Malos tiempos para los poetas e hipersexuales…Las mujeres, lo tenemos más fácil, al menos hasta que llegó el succionador, AKA “Orgasmo asegurado en dos minutos aunque pienses en la franja de Gaza”… Para los hiperactivos de las páginas porno, quizá una solución sea acceder ahora, los últimos días sin regulación, y no salir más.

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