No sabe la fecha exacta de su nacimiento. Su padre dice que fue el 1 de enero de 1990. Su abuelo sostiene que fue el 4 de marzo del año anterior. “Me querían tanto en mi casa, me esperaban tanto y fui tan querido que no se acuerdan ni en qué puto año nací”, dice Ahmed Younoussi, actor natural de Ksar el Kebir, Marruecos —”donde el sol abrasa y el suelo arde”—, que llegó a Tarifa escondido en los bajos de un camión a los 9 años. Desde los seis, cuando se escapó de su casa para siempre tras las palizas tremendas de su padre y su madrastra, vivió solo por las calles de Tánger.

Younossi, ahora nacionalizado español, casado, separado y padre de un niño de ocho años, sube a los escenarios de las Naves del Español en Matadero, en Madrid, para narrar su vida en la obra 14.4, que hace mención a los 14,4 kilómetros que separan África y Europa desde la distancia más estrecha entre el faro de Punta Cires, entre Tánger y Ceuta, y el faro de Punta Alcázar, en Tarifa. 14.4 supone la tercera colaboración teatral entre Sergio Peris-Mencheta y Juan Diego Botto, tras los éxitos de Un trozo invisible de este mundo y Una noche sin luna. A sus 49 años, Peris-Mencheta, que se encuentra en fase de recuperación en un hospital en Los Ángeles (Estados Unidos) tras un trasplante de médula por una leucemia, ha dirigido todos los ensayos, con el gotero de la quimio en el brazo, vía telemática.

“La calle ha sido mi padre y mi madre. En la calle puedes acabar siendo un yonqui o hacerte mejor persona e intentar mejorar el mundo”, dice, en una entrevista telefónica, este actor que estudió becado en la escuela de Cristina Rota, en Madrid, pero que se gana la vida como autónomo en el sector del transporte. La condición que puso Younoussi a Peris-Mencheta y Botto para narrar su vida sobre un escenario es que no quería “dar pena”. “Mi intención no es solo mostrar mi vida, sino la de tantos y tantas que ni siquiera han podido llegar aquí. Es un compromiso para mejorar el mundo, para generar amor y no odio. Esta obra es amor puro. Son los recuerdos de un adulto cuando era niño. Me gustaría que la gente reflexionara sobre los prejuicios, porque estamos convirtiendo a niños inocentes y chavales jóvenes en delincuentes por ser de donde son. Y no solo hablo de los marroquíes, también de los rumanos y de muchos españoles que se encuentran en centros de menores. Alguien tiene que demostrar que eso no es así y que mejor que alguien que haya pasado por estas circunstancias”, añade Younossi en un perfecto castellano.

Cartel de la obra 14,4

El germen del proyecto se sitúa en 2009, durante el rodaje del cortometraje Metrópolis Ferry, de Juan Gautier, que cuenta la historia de tres hermanos marroquíes que tienen un incidente en Algeciras cuando se descubre el maltrato a uno de ellos, que llega en los bajos de un camión, por parte de las autoridades portuarias. El primer día de rodaje, el actor que debía de interpretar al chico marroquí no se presentó en el set, pero allí estaba Ahmed Younoussi quien, acompañado por su tutor legal en España, iba a asesorar sobre su experiencia. Younoussi, entonces con 17 años, terminó interpretando el papel. Peris-Mencheta, asombrado por su capacidad interpretativa, le dijo: “Algún día, llevaremos tu vida a un escenario”. Y así nace 14.4, un testimonio desgarrador, plagado de tragedia, de aventuras y desventuras, de muchos sueños y de una obsesión: viajar a España. También un viaje poético, el que separa dos mundos que viven a tan solo 14,4 kilómetros de distancia.

A lo largo del monólogo, escrito tres bandas por Peris-Mencheta, Juan Diego Botto y el propio Younoussi (ayudado por una pantalla en la que se proyectan mapas, fotografías, imágenes y datos históricos de las atrocidades cometidas en África por los distintos gobiernos europeos), el actor va desmenuzando sus recuerdos, especialmente el de su amigo Achraf, muerto en circunstancias tremendas, o el de Borja, su educador social en España, también fallecido y al que considera “su verdadero padre”, y sus anhelos, como aquel maravilloso balón de fútbol que perdieron nada más comprar. “Mi vida no ha sido trágica”, señala con naturalidad Younoussi, “puede que peculiar y movida”. “Fui un niño que tuvo que madurar antes de tiempo, que se metió en un camión, se durmió y se despertó en España”, añade, mientras recuerda con emoción al los ensayos vía Zoom, él en una nave en Alcorcón y el director Peris-Mencheta en una cama de hospital en Los Ángeles. “No tengo palabras para definir su fuerza y la energía que ha volcado”·

Transformar la pena en alegría

En 14.4 no se oculta nada. Younoussi no esconde los castigos físicos que recibió desde niño de su padre, el intento de hacerse cuanto más pequeño mejor para así pasar desapercibido, la huida a pie de su casa, el hambre y el frío que pasó en las calles de Tánger, donde casi el único consuelo, a excepción de su amigo Achraf, fue aspirar disolvente metido en un calcetín, —”disuelve el hambre, disuelve el dolor, disuelve la pena”— o los siete intentos fallidos por llegar a España. Pero todo lo hace sin rencor, con mucho humor y, especialmente, con un gran sentido del compromiso. “No sé contar mi vida sin reírme. En esta función, transformamos la pena en alegría. Estamos de pie, enteros. Lo que hay que entender es que detrás de los ojos de un chaval de otro país hay mucha vida y escuchándola podemos llegar a entenderle. Los chicos que llegan a Europa no son miserables ladrones que vienen a quitar trabajo. No se puede juzgar sin conocer”.

Y qué mejor, para juzgar sobre la nacionalidad española, que conocer los ejemplos de “españoles ilustres” que tampoco nacieron, como Younoussi, en España, pero que son españoles como todos. Así, va presentando a la cantante Alaska, nacida en México; al cineasta Alejandro Amenábar, que nació en Chile; al “payaso de la tele”, Emilio Aragón, que lo hizo en Cuba; o al mismísimo rey emérito, Juan Carlos que nació en Roma. Ejemplos para cuando alguien te dice: “Si no has nacido en España, no eres español”.

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