La celebración de la Copa América en Barcelona ha hecho que se mire el puerto de la capital catalana con otros ojos. De hecho, la efeméride puede servir para echar la vista atrás y recordemos algunos aspectos de esta institución. Una propuesta interesante en esta línea es la exposición que en estos días y también durante el mes de julio se puede ver en la galería Gothsland con un centenar de piezas realizadas entre finales del siglo XIX y la actualidad. Todas ellas tienen como denominador común que han sido realizadas por grandes firmas que han sabido acercarse al puerto barcelonés con otra dimensión, muy alejada de propuestas propias de una postal turística.

Pese a que esta es una exposición con una evidente perspectiva artística, el viaje se inicia con un objeto peculiar. Se trata de una vieja caja de caudales de entre finales del siglo XV y principios del XVI y que nos remite a esos viejos lobos de mar, guardianes de tesoros y de las más peculiares historias, pero también a la época del imperio español. Era un cofre que debía tener al menos tres llaves que se repartían, según el denominado como «El libro de las bulas y pragmáticas de los Reyes Católicos» de esta forma: «La una la tenga la justicia, et la otra uno de los regidores, et la otra el escrivano de Concejo». La justicia y los regidores se encargarían de sacar la documentación y el escribano la solicitaría para reintegrarla al arca de donde salió. La repartición de las llaves entre aquellos tres oficiales se cumplió en muchos municipios de los reinos de la corona española.

Vayamos al arte. Vale la pena destacar una joya firmada por Lola Anglada y titulada «La muralla de mar, mirando a Montjuïc», una de las composiciones que la gran pintora y dibujante realizó para uno de los diez volúmenes de «Visions barcelonines (1760-1860)» de Francesc Curet, aparecidos entre 1952 y 1958. Anglada hace una minuciosa reconstrucción del puerto de Barcelona, con la montaña de Montjuïc al fondo, con numerosas personas andando con ese paseo, con algunos carruajes formando parte de la escena. La artista demuestra una minuciosa mirada rica en el detalle profundamente documentada.

Una bañista es la protagonista del cartel titulado «La última copa», una composición de Ramon Casas en la que podemos ver a una joven que acaba de salir del agua en Can Tunis, uno de los rincones más exclusivos en la Barcelona del siglo XIX. El momento recreado por el autor modernista también plasma, como telón de fondo, tanto Montjuïc como el Gran Balneario Colón, el más importante que tenía la ciudad en aquellos tiempos.

Otro cartel impresionante es el firmado por John Hassall, un ilustrador, pintor y cartelista inglés. «Barcelona. Ciudad de invierno», que es como se denomina esta maravilla de las artes gráficas, está presidida por una elegante dama que no tiene nada que envidiar a las que aparecían en composiciones parecidas en el París de 1910. Con ella se quería promocionar turísticamente una ciudad que había quedado seriamente herida tras los recientes sucesos vividos en el verano de 1909 durante la conocida como Semana Trágica.

Respecto a pintura, uno de los cuadros más interesantes en Gotshland es el de Carlos Vázquez Úbeda, un artista nacido en Ciudad Real, pero que en 1898 se estableció en Barcelona donde se convirtió en uno de los clientes asiduos de la cervecería Els 4 Gats. La obra que nos ocupa está pintada desde Miramar, en Montjuïc, lo que proporcionó a Vázquez Úbeda una mirada única del litoral barcelonés, aunque este hecho también lo aprovechó el pintor para incorporar una escena festiva con pavo real incorporado.

La Barcelona de hoy, la del siglo XXI, es la que nos trae Heath Rasmussen en una fotografía casi pictórica de la ciudad cuando las luces del día se apagan y es la noche la que se adueña de todo, incluido el mar tan defendido por el puerto.

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