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El comercio de trapos de Europa debería aprender de La gran abeja británica de la costura. El programa de televisión presenta un Desafío de Transformación en el que los fabricantes de ropa amateur reciclan vestidos de gala como ropa de playa o gabardinas como pantalones.
Consternada por el impacto ambiental de la moda, la Comisión Europea quiere que pague por procesar la ropa desechada. Los funcionarios esperan que los minoristas terminen usando más materiales reciclables y ofrezcan servicios de reparación. El esquema costaría alrededor de 0,12 € por camiseta.
Gracias a la moda rápida, la producción de prendas de vestir se ha duplicado a nivel mundial en los últimos 15 años. Está generando una montaña de residuos. En la UE, casi el 80 por ciento termina en vertederos o incineradores.
El plan de la UE representa un intento bien intencionado de abordar las “externalidades”. Estos son costos que una empresa y sus inversionistas no pagan directamente sino que imponen al resto del mundo.
La falla en el plan de la UE es que la mayor parte de las externalidades de la moda son creadas por sus insumos y no por sus productos. Por ejemplo, fabricar un par de jeans usa 7.500 litros de agua, según la ONU.
Los daños más graves se producen fuera de la UE, según la Agencia Europea de Medio Ambiente. Grandes monocultivos de algodón dañan el medio ambiente en China e India.
Las acciones de las empresas de moda europeas más grandes ignoraron el anuncio del miércoles. Algunos grupos, como H&M de Suecia, ya están aumentando el uso de materiales reciclados en sus prendas. En el caso de H&M, esto mejoró del 18 por ciento en 2021 al 23 por ciento en 2022.
Las tecnologías para utilizar materiales reciclados en la producción están mejorando. Pero la capacidad es demasiado baja para que ellos marquen una diferencia todavía. Algunos materiales reciclados, como el poliéster, son problemáticos en sí mismos porque desprenden microplásticos.
Las tímidas propuestas de la UE ponen de relieve un problema más amplio. Los gobiernos apenas comienzan a lidiar con la forma de convertir las externalidades en costos concretos para las empresas.
Para los inversionistas a corto y mediano plazo, eso puede parecer motivo de regocijo. A más largo plazo, gracias al cambio climático, las externalidades pueden arruinarnos a todos.
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