Los banqueros centrales occidentales en apuros deberían pensar en sus homólogos turcos. Allí, las políticas poco ortodoxas están alimentando la inflación y limitando los préstamos bancarios. Para impulsar este último antes de las elecciones de mayo, tres bancos estatales se recapitalizaron el viernes por 5.800 millones de dólares.
Las tasas de interés reales siguen siendo profundamente negativas ante la insistencia del líder Recep Tayyip Erdoğan. Desde 2018, el enfoque poco ortodoxo del país para combatir la inflación se ha centrado en cambio en reducir las deudas externas infladas. Turquía ha reducido su déficit por cuenta corriente y ha buscado una “lira-ización” forzada para reducir la dependencia del dólar. Su lógica es que esto último hace que los precios internos sean más vulnerables a los choques externos.
Hasta cierto punto, esta política ha funcionado: los bancos han logrado reducir sus exposiciones extranjeras. Pero también ha dejado a la lira peligrosamente sobrevaluada.
El desapalancamiento de los bancos en el extranjero también ha reducido los préstamos internos, entre un 15 y un 20 por ciento del PIB, piensa Capital Economics. Una relación préstamo-depósito de 0,9 está en el mínimo de una década. Pero los bancos están hoy en una posición más sólida que durante muchos años. Las tasas activas se han desacoplado drásticamente de la tasa del banco central del 8,5 por ciento. Los ingresos netos por intereses de Halkbank y Vakifbank, dos de los prestamistas estatales recapitalizados, se dispararon en más de 2.000 millones de dólares respectivamente el año pasado. En términos de liras, las ganancias netas se multiplicaron por lo menos por cinco.
Las caídas adicionales de la moneda deberían ser manejables. Pero una financiación externa más estricta plantea un riesgo. Los bancos deben cumplir con unos 80.000 millones de dólares de deuda externa y pagos de intereses este año. Sus colchones de divisas podrían ayudar a cumplir con estos, pero los préstamos se verían aún más restringidos.
Una victoria de la oposición en las elecciones de mayo es una oportunidad para volver a la ortodoxia económica. Eso significaría tasas más altas para combatir la inflación. Pero también requeriría que se deshicieran las políticas que mantienen la lira artificialmente alta. Una crisis bancaria puede ser poco probable, pero parece inevitable un mayor dolor económico.
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